Enrique Rivas columna Vozquetinta

Enrique Rivas

I read the news today, oh boy…

Así, junto a los acordes reflexivos del piano, los graves contrapuntos del bajo eléctrico y los recurrentes timbalazos (lejos están de ser simples tamborazos) sobre la batería, abre ese relato novelado y sinfonizado por los cuatro Beatles que es la canción A day in the life (1967). Asimismo yo, reflexivo, grave, recurrente, abro mi cotidianidad […]

Enrique Rivas Paniagua
Mayo 28, 2023

Así, junto a los acordes reflexivos del piano, los graves contrapuntos del bajo eléctrico y los recurrentes timbalazos (lejos están de ser simples tamborazos) sobre la batería, abre ese relato novelado y sinfonizado por los cuatro Beatles que es la canción A day in the life (1967). Asimismo yo, reflexivo, grave, recurrente, abro mi cotidianidad lectora del periódico (2023). Rito musical aquél; rito visual, táctil, olfativo éste, paladeado con una taza de café y humeado con el primer cigarrillo del día.

Un río de sensaciones encontradas fluye entonces por mis venas. A veces caigo en la depre total; a veces, sin explicarme la causa, en el optimismo. En ocasiones impreco, miento madres, expreso a viva voz sentencias burlescas o irónicas por equis suceso o tal declaración; en otras, aplaudo, aliento, echo porras. Hay días en que pongo por los suelos al diario por no publicar algo acerca de cierta noticia que esperaba leer; lo apapacho, en cambio, cuando sí supo informármela, con mayor razón en aquellos casos en que además me ofreció el contexto necesario para poder entenderla.

Procuro no perderme las columnas de opinión. Puede decirse que devoro todas o casi todas, aunque de vez en vez alguna llegue a indigestarme. Las extraño y rumio mi coraje cuando se toman dos o más semanas de vacaciones, porque anteponen su asueto (justo, sin duda) a nuestro (también justo) derecho como lectores. Me fijo tanto en sus ideas como en el estilo y el buen o mal manejo del lenguaje de quienes las escriben. Y lo mismo que a muchas termino por dejarlas en el rincón de los periódicos viejos, a la espera del camión de la basura, premio a otras con la gloria de recortarlas para preservar su entintada memoria dentro de una carpeta o entre las hojas de un libro.

Sobra tela analítica de dónde cortar en materia de editoriales, entrevistas, reportajes, caricaturas, boletines de prensa oficiales (ocultos como meras notas informativas o artículos), inserciones pagadas (“publirreportajes”, como las bautizó la revista Contenido), no se digan fotografías (¿dónde quedó la bolita de aquel fotoperiodismo artístico que tanta y tan valiosa huella tuvo antes en México?). Nada tiene desperdicio, nada por qué saltármelo, nada que aminore mi manía por la comunicación periodística.

A todo ello me dedico cada mañana mientras canturreo entre dientes la icónica rola de Lennon y McCartney. Y lo usual ahora es que entone completas sus primeras cinco líneas: I read the news today, oh boy, / about a lucky man who made the grade; / and though the news was rather sad, / well I just had to laugh, / I saw the photograph… ¿Por qué será que siempre que hojeo el periódico lo hago pensando en Yo-sé-quién?