Huapalcalco es un desnudo indescifrable: Darío Lobato
Miembro honorario de la asociación civil Niebla y Tiempo
Desde hace unas semanas Darío Lobato se encuentra en Tulancingo, es el poeta argentino que conoció el sitio arqueológico Huapalcalco, en 2007, y fue seducido por las piedras, así lo cuenta.
“Me alcanzó la noche y un mediodía para que escribiera el primer libro llegando a mi país: Huapalcalco de cara a la piedra”, comenta.
“¿Qué te seduce?, ¿la belleza del paisaje?, no. Es tomar la piedra que ya me había atrapado y llevarla dentro mío y transformarla, como lo hacían los otomíes en los lugares dedicados, las piedras se personifican.
“Todo es Huapalcalco, las piedras, el cielo, es un todo. Fue necesario ponerme de cara a la piedra para decir ‘yo estoy con esa piedra’, y cómo no me va a seducir si la tengo dentro mío”, explica.
Para algunas personas Darío Lobato podría ser el extranjero que aprecia el patrimonio cultural de México más que sus propios habitantes, pero la valoración del escritor de Huapalcalco, secreto de asombro, su segundo libro, va más allá y lo vive cada año que visita el sitio.
“Esas son las causalidades de Huapalcalco, Huapalcalco sabía que yo venía a Tulancingo, la declaratoria del lugar es una lucha de muchos años y yo aporté siempre lo que pude, mi poesía”.
Lo anterior, en relación con el inicio de procedimiento que se publicó la semana pasada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) para declarar al sitio como zona arqueológica, derivado de la solicitud que hizo la organización civil Niebla y Tiempo desde 2017.
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Nunca se termina de escribir sobre el sitio
Para el poeta argentino generalmente los libros se reescriben un poco porque nunca están terminados en sí. Huapalcalco, la otra mirada, su tercera publicación, donde cada fotografía tiene tres poemas, podría ser el más terminado, porque sostiene que nunca se termina de escribir de Huapalcalco.
Y esto lo plasma en su segundo libro titulado Huapalcalco, secreto de asombro.
“Huapalcalco es una región de flores y cantos, donde una mirada vale diez vidas y donde siempre hay pájaros que van y poetas que regresan y después digo que esa región de flores y cantos es un desnudo indescifrable, nunca se puede terminar de escribir de Huapalcalco”.
Lobato expresa que siempre va a escribir algo sobre el sitio, lugar que considera casi un teorema, porque estos tienen resolución y Huapalcalco no. Enseguida declama:
“Por eso las ánimas, cuando están los acantilados húmedos -como ahora después de una lluvia-, resbalan y se hamacan entre los nopales, desoyen la voz de la madera, esa madera de Huapalcalli, esa madera verde, esa casa de Quetzalcóatl, eso es Huapalcalco, un desnudo indescifrable”.
Su piedra no sufre los labrios extranjeros
“Yo no elegí a Huapalcalco para escribir, Huapalcalco me eligió para que yo escriba sobre él”, expresa Darío.
“Fue la respuesta a mis preguntas, la piedra de Huapalcalco no sufre los labios extranjeros”, sostiene en alusión a que al sitio arqueológico no le importa la nacionalidad de las personas.
“Yo le hablo a las piedras, como es un lugar dedicado, como dicen los otomíes, escuchan”, refiere el poeta, quien, además, durante su visita, transmite tal asombro por el lugar en escuelas de Tulancingo como miembro honorario de la asociación civil Niebla y Tiempo.
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El sitio está vivo
“Huapalcalco está vivo porque si no yo no estaría acá todos los años. Menos los años de pandemia, pero venía igual, no es que me alquilaba un avión y venía a escondidas”, comenta quien además trabajó 40 años en un banco.
“Lo hice para sobrevivir, me gustaba trabajar, pero para vivir son necesarios los dos mundos, el interior y la realidad. La poesía no es solamente escribir versos, es una actitud de vida, es una manera de vivir”.
El autor de tres libros sobre el sitio hidalguense cuenta que los momentos cuando está allí él vive en poesía y después debe enfrentar la realidad para poder sobrevivir.
“Huapalcalco está vivo en la palabra, siempre hay alguien que habla de Huapalcalco, esta entrevista, por ejemplo, es una oración, al hablar de Huapalcalco estamos teniéndolo vivo adentro nuestro, eso es tenerlo vivo”.
Explica que la zona se mueve con la palabra, se mueve también con el corazón y se multiplica.
“Se siente, por eso no es fácil explicarlo, por eso hablo de las dos miradas, esa mirada crítica al lugar, la mirada de irrita por ver el lugar tan abandonado y la pródiga es la mirada que acaricia la piedra, que no le importa que esté abandonado, porque el lugar está vivo”, finalizó.
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