El Fantasma de las Navidades Pasadas es un personaje de la novela A Christmas Carol de Charles Dickens, que aparece en la historia para mostrar al protagonista, Ebenezer Scrooge, su pasado y cómo se convirtió en un hombre egoísta y avaro. En su recorrido, el Fantasma lleva a Scrooge a su niñez cuando estuvo en un internado, cómo fue su vida como aprendiz en la empresa del señor Fezziwig; la forma en cómo conoció a Belle, su prometida, y la forma en que su relación se resquebrajó por su obsesión con el dinero, en este camino onírico también le muestra cómo se comportó ante la muerte de su socio Marley y lo hace racapitular sobre su soledad y amargura, el resultado de este examen de conciencia fue su cambio de actitud ante la vida.
Me refiero a esta historia porque la encuentro emparentada con lo que manifestó Jorge Mario Bergoglio al decir: “No hay familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de los demás. Decepcionamos unos a otros. Por eso, no hay matrimonio sano ni familia sana sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y la supervivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en una arena de conflictos y un reducto de penas. Sin perdón la familia se enferma. El perdón es la asepsia del alma, la limpieza de la mente y la alforria del corazón. Quien no perdona no tiene paz en el alma ni comunión con Dios. La pena es un veneno que intoxica y mata. Guardar el dolor en el corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia. El que no perdona se enferma física, emocional y espiritualmente. Y por eso la familia necesita ser lugar de vida y no de muerte; El territorio de cura y no de enfermedad; El escenario de perdón y no la culpa. El perdón trae alegría donde la pena produjo tristeza; En la que el dolor causó la enfermedad”.
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Julio César Vargas Bejarano se pregunta en un ensayo: “¿Qué es el perdón? Arendt sostiene la tesis novedosa de que el perdón es un modo de la acción, con ello introduce un elemento que aparentemente pertenece exclusivamente al campo religioso y de la intimidad, al ámbito público. El perdón se presenta como una acción interpersonal, como una re-acción que anula los efectos de una acción negativa, es la capacidad de corregir lo fallido, así como la destrucción puede corregir lo realizado mediante la obra. El perdón corresponde a una capacidad humana y su ausencia significaría que el ser humano no se podría desvincular en modo alguno de los efectos de sus acciones pretéritas.
El perdón como la acción está en capacidad de mostrar los rasgos propios de la persona y pertenece al ámbito de su privacidad. Con todo, lo decisivo del perdón reside en que la mirada está dirigida no a la obra fallida, sino a la persona; pero, que la persona sea perdonada no significa que el acto perdió su carácter negativo y que la falta haya dejado de existir. Frente a la violencia y ante la presencia del mal, de la falta, Arendt presenta la disyuntiva del perdón o la venganza. El perdón siempre está dirigido a la persona, y anula los efectos de las acciones pasadas, su irrevocabilidad, de tal manera que abre la posibilidad para que en el futuro la convivencia sea posible; esto no quiere decir que el perdón garantice la posibilidad de reconstruir una relación estrecha o íntima, pero si permite tener presente al otro, tolerar sus diferencias y aceptarlo en su ser personal”. En estos días gélidos, hagamos que el Fantasma de las navidades pasadas no nos atrape y aquilatemos lo que es nuestro y de nadie, la capacidad de estar en paz con nosotros mismos.
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