El barco está a punto de partir… según escuchamos en los primeros segundos de Odysseús, una delicia con la que nos sorprende el movedizo David-Ivar Herman Dune, ya afianzado como único miembro de la banda que lleva por nombre su apellido… zarpamos hacia una incursión llena de sol y canciones mediterráneas.
Surgido como un trío en París -allá por 1999-, Herman Düne pasó más años siendo un dueto (completado por su hermano Néman), antes de ser vehículo personal de un músico esquivo y raruno que ahora recurre al protagonista de La Odisea para titular una nueva incursión.
Odysseús es uno de esos discos que me lleva a reflexionar -una vez más- acerca de que no es necesario que los artistas se conviertan en enormes estrellas para honrar a su oficio y mucho menos para crear grandísimos discos, apenas con los elementos más indispensables.
A lo largo de 10 canciones, más una intro y un interludio, lo que priva es la guitarra acústica y el canto de David-Ivar -tan característico, tan reconocible-, que es tan cálido y a la vez enigmático como el propio Mediterráneo en el que estuvo perdido Odiseo.
Aunque si escuchamos con atención el tema titular -que es la primera canción en forma- hay que destacar por encima del resto la aportación del violín a la propuesta, ya que le agrega varios matices y mucho encanto; pero también hay un coro que lo refuerza todo en la parte final.
Herman Düne siempre ha encarnado los ideales del movimiento independiente y abrazado con mucho cariño y devoción a la canción y ello es lo que encontramos una vez más en composiciones que se preguntan acerca de cómo es un amanecer sin el ser amado o que nos instalan en pueblecito como San Pedro para apreciar las cosas simples.
Debemos tomar como una de las bazas más fuertes del disco a “Buffoon of Love”, que nos lleva de México a California a través de un dueto con la dulce voz de la misteriosa cantante Mayon, que nos hace acordar de los Everly Brothers y que agrega un requinto de guitarra casi propio de un bolero.
Y a todo lo dicho sobre Odysseús hay que agregar la peculiaridad de que en tantísimos discos los interludios son cosas menores y de muy relativa importancia, aquí tenemos a “Grenache”, dedicada a esa exquisita uva y que, aún con su brevedad (1 minuto, 28 segundos), posee enorme belleza mediterránea y es un espléndido ejercicio de guitarra acústica alrededor de la melodía de la canción que le da nombre al álbum.
Debo acotar que una pieza como “369 The Sun Gon’ Shine) me hace acordar de un personaje extraviado en el tiempo como José Feliciano -¡Vaya cosas que tiene la música!-, pero allí no para la cosa… es menester acotar que “Into The Darkeness Indeed”, hecha con un piano y acordes sencillos es absolutamente conmovedora y nos hace rememorar tanto a The Magnetic Fields como a Jonathan Richman… ¡una caricia para el alma!
Para acercarnos al cierre de esta entrega, todavía nos resta acudir a esa faceta western de Herman Düne con la que se deja ir en “A River Keeps Running (When A Good Man Dies), en que una vez más aparecen el coro y el violín para acompañar una historia que comienza en una taberna del centro de un pueblo.
He aquí un trovador global… cita diversos lugares en sus letras, pero la música conserva ese candor mediterráneo -ya sea español o italiano-. Herman Düne nos ofrece arte verdadero… conmovedor y honesto. ¿Acaso importa cuánta gente lo conozca? Seremos unos afortunados iniciados… no se lo pierdan.

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