Falleció el cineasta Claudio Isaac, hombre que supo «ser feliz más allá de los premios»
El legado más importante que el cineasta Alberto Isaac (1923-1998) dejó a su hijo Claudio fue ser un hombre que supo ser feliz, más allá de la persecución de prestigio, fama, premios o perfección de la obra.
El director de En este pueblo no hay ladrones jamás se mareó con sus logros, porque siempre relativizó todo lo que le pasaba; nunca se tomaba en serio, eso para mí tiene mucho valor, porque he conocido personas de gran estatura como creadores pero que tienen como talón de Aquiles el creérsela, explicaba en estas páginas Claudio Issac, escritor, artista plástico y cineasta que ayer falleció a los 67 años.
Nacido en la Ciudad de México en 1957, Claudio Isaac era hijo de la escenógrafa, bailarina y creadora visual Lucero Rueda, y del cineasta y artista Alberto Isaac. Incursionó en el cine desde muy joven como actor infantil en Tiempo de morir, de Arturo Ripstein y una de sus películas El día que murió Pedro Infante obtuvo una nominación al Premio Ariel en 1984.
Cuando publicó en 2008 su libro Cenizas de mi padre comentó a este diario que le hizo comprender que todo es perecedero y muy relativo. Quizá es más sabio ser un tipo despreocupado. En el texto señalo que a veces mi padre era hasta desvergonzadamente despreocupado, pues como nadador a veces no entrenaba y como cineasta le ilusionaba una película, pero a veces prefería irse a una huerta de mangos a ver qué fruta estaba madura y dejaba botada la filmación. Desde un punto de vista estricto, esas acciones pueden ser sacrilegios, pero desde una perspectiva abierta, humana y gozosa te describe a un personaje muy simpático.
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Ese libro fue para Claudio Isaac, quien también fue cineasta e ilustrador, un objeto transformador; soy otro después de él. En cierto sentido, esa obra es mi hija, pero en otro, siento que me parió, que dio a luz a otra persona.
Durante su niñez y juventud, Claudio Isaac fue testigo privilegiado de la unión y compañerismo de los intelectuales de la década de los años 60 y 70, unión atribuida básicamente, explica, a la dimensión del Distrito Federal: Los escritores de San Ángel y Coyoacán se juntaban con los de Las Lomas y Tacubaya, había más inocencia y más buena fe, se ayudaban, se acompañaban, era otro México.
El artista era crítico: una de las grandes contradicciones del medio artístico e intelectual. No entiendo por qué un artista que ha recibido dones gratuitos pueda ser poco generoso; eso me parece muy triste, pero es lo que ocurre. Hay escritores que guardan sus secretos literarios con un celo que me parece obsceno, asestaba Claudio, quien también es autor de la novela Alma húmeda, el poemario Otro enero y la memoria personal Luis Buñuel: a mediodía.
Como se comentó, Claudio Isaac inició su carrera cinematográfica como histrión de Ripstein, y luego se desempeñó como asistente de dirección y gerente de producción. En 1976 filmó Crónica íntima, su primer largometraje, basado en su propio guion, y en 1982 dirigió El día que murió Pedro Infante.
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Entre 1980 y 1983 realizó su trilogía documental Algo sobre Jaime Sabines, Guadalupe Amor: un caso mitológico y Octavio Paz, el lenguaje de los árboles. En 2014 dirigió Octavio Paz: cantar y contar como parte cuarta y final de la serie Vida y obra de Octavio Paz. Esporádicamente, debido al desigual apoyo financiero, siguió sumando títulos a su filmografía documental que reúne casi medio centenar de testimonios literarios, como los dedicados a Elsa Cross, Juan Villoro, Eliseo Alberto y Antonio Deltoro.
Isaac exhibió su obra plástica desde 1966 en galerías y centros culturales y publicado libros como su novela Alma húmeda (1998), las memorias Luis Buñuel: a mediodía (2003) y Cenizas de mi padre (2007). En 2012 publicó su segunda novela, El tercer deseo y Regreso al sueño, libro que reúne sus poemas.
Su documental Octavio Paz: el lenguaje de los árboles es especialmente interesante, pues reunió el talento del joven cineasta con la voluntad de Paz por utilizar los medios de comunicación –el radio, los discos, el cine y la televisión– para sacar a la poesía de lo que solía llamar las catacumbas, ese sitio moderno de desdén e indiferencia del que, buen romántico, aspiraba extraerla en busca de los otros, de la comunión. Un anhelo, si no es que una fantasía, de que, como en otros países, en México se reuniera la gente para escuchar a los poetas, para leer poemas, y oírlos reunidos en grupo.
Claudio Isaac, hay que recordar, frecuentó las muchas amistades de su padre, entre ellas, celebridades como Luis Buñuel, Leonora Carrington, José Luis Cuevas y Gabriel García Márquez. Escribió novelas, ensayos y memorias. En 2012 rodó el largometraje documental Sin Dios y sin diablo, una de las producciones inscritas para la edición número 61 de los Premios Ariel.
Por La Jornada