Estación de belleza, de Diana Pérez

Dice Otto Penzler: “Una obra noir —sea película, novela o cuento— implica una historia existencialista, pesimista, de gente —incluyendo al protagonista, o especialmente el protagonista— que está seriamente dañada y es moralmente cuestionable. El tono de la obra es en general sombrío y nihilista, con personajes cuya codicia, lujuria, celos y enajenación se los llevan en una espiral descendente”.

Y Otto Penzler es uno de los grandes expertos (como editor y como antologador) en novela policíaca, novela de misterio, novela negra y todos los nombres que se quiera dar a estas maravillosas historias de espirales descendentes. Estación de belleza, como comprobará el lector, encaja perfectamente en la definición citada. Sus personajes también. Es la primera obra de largo aliento que Diana Pérez entrega a una editorial, pero el universo narrativo que nos ofrece ya se anuncia en su primer libro publicado: la colección de cuentos Otra vida. Ciertamente, ya ahí nos encontramos historias de desamor, soledad, pasiones sórdidas… todas esas cosas con las que Penzler define el género negro. Aunque ya en esos cuentos hay violencia y muerte, nos faltaba el Crimen —así con mayúscula, uno de esos crímenes espectaculares que hacen las delicias de todos los que amamos la sangre— para que Diana Pérez inscribiera su nombre en la ilustre nómina de los autores de novela negra.

Estación de belleza nos cuenta la historia de un crimen en una pequeña comunidad conformada por una estilista llamada Chelo, sus asistentes y sus clientas habituales y otros personajes conectados muy de cerca con ellas. La acción empieza y termina en el salón de belleza de Chelo; ahí transcurre casi todo, con algunas escenas en departamentos. Esto ubicaría la novela en el género que se conoce como “cozy mystery”, aunque luego se separa de éste porque la detección no queda a cargo de investigadores espontáneos, sino de la policía.

Una de las cosas por las que me encanta Estación de belleza es precisamente la fortuna con que lleva a cabo esta combinación del intimismo del cozy mystery con la factura de personajes existencialistas, “seriamente dañados” y “moralmente cuestionables” que Otto Penzler propone como requisito del noir.

En esta obra de Diana Pérez, las almas forjadas en la aspereza de las calles, típicas del noir, encuentran su punto de ebullición en la calidez del espacio interior. En este trabajo de síntesis veo una de las grandes cualidades de Estación de belleza. Sus otras virtudes tienen que ver con la recreación del ambiente, la construcción de los personajes y ese hálito en toda la novela que podríamos definir como la poesía del barrio.

Viene a cuento recordar que la autora se formó en el periodismo y en particular en los géneros periodísticos que más cerca podrían estar de la novela negra: el reportaje y la crónica.

Con Estación de belleza, Diana Pérez entra con el pie derecho al mundo de las historias de crímenes.

Agustín Cadena

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