Lo siguiente tiene una cita muy larga de Chesterton, pero también representa una manera puntual de identificarme en esas letras que hilvanan una idea, lo que alguien mejor que yo dijo de una forma muy superior; es un sentido de honestidad sobre el agradecimiento, de que, a pesar de los pesares, a pesar de la realidad, e incluso, muchos años, a pesar de mí mismo, he llegado hasta aquí.
Por eso, es que no tengo más que declarar, que coincido plenamente con el texto “Nuestro Cumpleaños” de G. K. Chesterton, donde se apunta: “el primer hecho sobre la celebración de un cumpleaños es que es una manera de afirmar -como si fuera un desafío y hasta algo extravagante- que estar vivo es algo bueno.
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Pero hay un segundo hecho sobre los cumpleaños y sobre el canto del nacimiento de toda la creación. Lo importante de ese hecho es sencillamente que es un hecho. Al alegrarme por mi cumpleaños, me alegro de algo que yo mismo no me encargué de llevar a cabo. Al dar las gracias por mi cumpleaños, agradezco algo que ya ha ocurrido.
Me parece que los pensadores modernos no tienen ni filosofía ni poesía ni ninguna posible actitud hacia las cosas que reciben del mundo real que ya existe. Sólo hablan de hacer cosas; como si pudieran hacerse a ellos mismos y hacer luego todo lo demás.
Nadie que sepa algo de mí dirá que no tengo simpatía por hacer cosas. Al contrario, creo en hacer miles de cosas: hacer chistes, hacer dibujos, hacer cosas útiles, hacer libros y hasta artículos (de los que no hay fin, como el lector podrá comprobar con pesar), hacer juguetes, hacer herramientas, hacer granjas, hacer casas, hacer iglesias, hacer imágenes sagradas; y dicho sea de paso, hacer la guerra a quienes me impidan hacer todas estas cosas.
Pero por muy vasto que sea el taller, no es nada más que la mitad del mundo. La mente humana se interesa por las cosas que no hizo, que no puede hacer, empezando por sí misma. Y digo que es una visión estrecha de la vida la que deja de lado todo este aspecto de la vida: toda la receptividad, toda la gratitud, toda la herencia, toda la adoración.
No me importa llamar (a este credo minoritario mío) el orgullo de mi nacimiento, que por supuesto no tiene nada que ver con el orgullo del escalafón social, siempre que conlleve también la humildad de haber nacido”.
Sócrates decía que “el hombre que no piensa sino en vivir, no vive”. Aristóteles consideraba que “la muerte es la misma para todos, por lo que todos alcanzan la virtud y la felicidad”; mientras que para Martin Heidegger, “la muerte es un acontecimiento esencial en la vida humana”.
En “Caras de la muerte. Investigaciones filosóficas sobre la muerte”, Byung-Chul Han afirma que “asumir la muerte en la conciencia no significa sólo tomar nota de la muerte. No solo se exige pensar en la muerte, sino un pensar que recorra la muerte, que se arrime a ella, estar dispuestos a que sea la muerte la que nos dé el pensar. Asumir la muerte en la conciencia no consiste solo en asignar a la muerte, generosa o magnánimamente, un sitio en la conciencia, de modo que la muerte pase a ser un contenido de la conciencia mientras la conciencia misma se mantiene incólume en su forma anterior. Más bien sucede que la muerte hace que se tambalee la imagen que la conciencia tiene de sí misma”. En este sentido, todos los días, sean de cumpleaños o de cambió de número en el calendario gregoriano, se están cerrando e iniciando nuevas épocas. Todos los días, ateridos o no, avanzamos al futuro siguiente. Todos los días vamos, como un vehículo entre la vida y la muerte.
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