Entre la urgencia y la importancia
El Surtidor
Dwight D. Eisenhower fue el presidente número 34 de los Estados Unidos de América, pero antes de eso pasara, fue un general condecorado de la Segunda Guerra Mundial, él presentó una idea que después se convertiría en la matriz de Eisenhower, la cual, quizá está basada en un discurso del político estadounidense donde hacía referencia a un rector de una universidad afirmando: “Tengo dos tipos de problemas, los urgentes y los importantes. Los urgentes no son importantes, y los importantes nunca son urgentes”.
Si pensamos en ello, tendríamos que reflexionar sobre aquello que para nosotros es urgente pero que para el resto de las personas no lo es. Asimismo, lo que consideramos importante, suele no serlo para el resto de la gente. Por lo tanto, vivimos en el limbo de las prioridades. Sin embargo, y es aquí donde solemos entrar en conflicto interno, pero también externo, solemos colocar en el orden de oportunidad inmediata aquello que nos preocupa más, aunque muy pocas veces lo que consideramos urgente no precisamente es importante.
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Regreso a la matriz de Eisenhower la cual consiste en 4 apartados: 1. Las tareas que realizarás primero; 2. Las tareas que programarás para más tarde; 3. Las tareas que delegarás. 4. Las tareas que eliminarás. Qué fácil parece teorizarlo. Incluso, podríamos caer en el garlito de dejar impresa esta teoría para ordenar nuestros pensamientos y labores por realizar, pero, de ahí a que eso suceda, existe un camino demasiado grande.
Procrastinar es, según la Real Academia de la Lengua Española, el acto de diferir o aplazar, en una definición más amplia, es según el teórico Álvarez: “el término procrastinación se ha convertido en un fenómeno típico en nuestra sociedad, cuya actividad de posponer tareas es un acto irresponsable del sujeto. Éste actuar puede ser voluntario o involuntario que genera severas consecuencias, se inicia en la adolescencia y se establece en la edad adulta perjudicando su desempeño académico y laboral”.
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Para Juan Díaz-Morales “la postergación suele acompañarse de malestar subjetivo y no sólo es una cuestión de baja responsabilidad y gestión del tiempo, sino que supone un verdadero problema de auto-regulación a nivel cognitivo, afectivo y conductual”, por lo tanto, aquello que miramos como algo natural, tiene raíces más profundas que las que pensamos. Ahora que vivimos con la facilidad de permanecer con la mirada pegada a los dispositivos móviles, el atender los problemas o las tareas, más inmediatas, trascendentes, importantes o urgentes se nos convierte en un verdadero dilema.
En este sentido, coincido con Jordanny Liranzo Jackson cuando apunta que: “de acuerdo con el existencialismo comprometido de Jean Paul Sartre, el hombre es definido por la acción. Para Sartre el hombre es libertad. Aquí la libertad se refiere a la capacidad de elegir conscientemente. El ser humano está condenado a ser libre, porque desde que posee conciencia está obligado siempre hacer elecciones, incluso cuando elige «no elegir» está tomando una opción. La vida consistiría entonces en un «elegir» constante; cada elección conlleva a un compromiso y a una acción. Consecuentemente, cada acción implica una responsabilidad. En este sentido, el hombre es el único responsable de sus acciones”.
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