En vez de enfocarte en la competencia, enfócate en el cliente

Columna El Centurión de Joel Guevara Trejo

En vez de enfocarte en la competencia, enfócate en el cliente

EL CENTURIÓN

Joel Guevara Trejo
Septiembre 22, 2025

A lo largo de la vida he tenido una relación, digámoslo así, importante con los uniformes.
Durante mi adolescencia jugábamos, mi hermano y yo, casi cada fin de semana fútbol —más él que yo—. Mi gusto era que usábamos un uniforme que nos hacía parte de un equipo. Una anécdota entre muchas fue la ocasión en que, jugando con un equipo de un barrio bravo, íbamos ganando y nuestro entrenador, para animarnos más, le gritó a un jugador: “¡Dale, Omar, con el puro uniforme ya los impactaste!”.

Uno de mis primeros emprendimientos fue poner una purificadora de agua. Ya llovió desde entonces. Tenía yo más entusiasmo que idea. Una de mis tías decía la frase: “Negocio que lleva agua, es negocio”. Sí, aplica si eres una refresquera, que fue donde ella la escuchó. Solemos tener en mente siempre al negocio competidor al que queremos llegar; en este caso fue una purificadora grande, con empleados uniformados y camionetas con logo. Lo que más me impresionaba, la verdad, era el asunto de la vestimenta de sus operarios: camisa blanca, corbata y pantalón azul. Así que, de vuelta, a la importancia del uniforme.

Otro emprendimiento fue invertir en una combi de transporte. Ahí el chofer —muy bien uniformado, por supuesto— era la única plantilla laboral y tenía alta rotación. Bien dicen que, para cruzar del otro lado, muchas veces hay que mojarse. Con esto me refiero a que, en múltiples ocasiones, tuve que conducir el vehículo de la ruta porque éramos dos en el emprendimiento. Si el conductor fallaba, no había más que ocupar yo el puesto. Aprendizaje de primera mano o, como dice mi abuelita, para mandar hay que saber hacer.

Un emprendimiento más fue una tintorería. Pensando a lo grande conseguimos contratos en un hotel, así que también vi pasar muchos uniformes. Eran exigentes; lo que lavábamos era parte importante de la calidad en su servicio y la presencia de sus empleados.

A punta de golpes de realidad fui comprendiendo que los clientes valoran en una empresa, más que la presentación de quien entrega el producto, su calidad y servicio. Que no hay que ser competitivo sino competente. Que ponerte el uniforme, si estás en una empresa, no es solo algo físico sino de equipo. Y que la rentabilidad de los negocios tiene una ecuación en donde no aparece el uniforme.

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En cada uno de mis emprendimientos visualizo que se convertirá en algo grande, y pido disculpas a todos los que han participado si muchas veces me ahoga el entusiasmo más que las ideas claras y ha terminado fracasando.

Sigo dando importancia al arreglo personal (y no a un uniforme) como parte de la atención al cliente. Ya no fundamental, pero, si no suma, que no reste.

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