El ser humano y su dualidad entre sembrar crueldad y dar consuelo
Kurosawa inspira obra de Norma Lazo
Coincidencia o no, justo cuando los ojos del mundo están puestos en Ucrania, surge una novela que tiene como escenario una ciudad ubicada en esa región del mundo, aunque al otro lado del territorio de la ex Unión Soviética. Son tres historias ocurridas en diferentes temporalidades, pero con un mismo escenario, Vladivostok, ciudad portuaria de Rusia, ubicada en la bahía Golden Horn, cerca de las fronteras con China y Corea del Norte.
Vladivostok se convierte en el escenario donde, en 1938, una mujer de nombre Ekaterina espera su juicio y sentencia tras ser acusada de traición a la patria; también en esa ciudad, en 1971, un cineasta japonés tiene un fantástico renacer de creatividad luego de un intento de suicidio y, en el año 2019, un hombre recibe la noticia de que tiene que dejar la ciudad porque su hermana fue encontrada muerta en una barranca del Estado de México.
La banalidad de los hombres crueles, de la escritora Norma Lazo, es este libro que tiene a Vladivostok como punto geográfico en sus tres historias. Pero ¿cómo llegó la escritora veracruzana a este escenario para escribir su novela?
Norma Lazo explica que todo surgió cuando escribía un libro de ensayo sobre la estética y vio una película poco conocida del gran cineasta Akira Kurosawa, con la que incluso ganó un Oscar, “Dersú Uzalá”, basada a su vez en el título de un libro escrito por Vladimir Arséniev, un viajero que recorrió la parte más oriental de Rusia al lado de Dersú Uzalá. Fue tal la fascinación de la película y su protagonista, que la escritora se avocó a investigar más sobre los expedicionarios y el territorio que recorrieron.
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“Me pareció una historia hermosa y si bien la historia de Arzeniev ya está contada, la contó él mismo, pensé que alrededor de eso había algo más que contar y fue así como llego a Vladivostok, que me muero por conocer, me da muchísima curiosidad conocer ese lugar”, confiesa.
Las historias que narra la novela de Lazo tienen por momentos tintes de dramatismo y, en otros, descripción cruda de violencia sobre algunos de los personajes.
“Fue como inevitable hacer la asociación con lo que se está sufriendo en México de varios años a la fecha, porque finalmente esa crueldad está ahí en el ser humano y ha estado en todas las épocas, en todos los momentos. Esta semilla está en todos nosotros también».
“Hay que entender que esa crueldad es también parte nuestra y que puede llegar a brotar de esta manera».
“De hecho, el título de la novela surge de la expresión de Hannah Arendt: la banalidad del mal. Digo, hay de maldades a maldades, pero esa maldad surgida en el holocausto, que es desde la maldad de la que habla Hannah Arendt, es muy acertado, porque realmente el vecino de al lado, completamente convencido de cualquier retórica absurda, extremista, fatalista, fanática puede caer en esos actos de crueldad”, explica.
Al abundar sobre lo que vivió en el transcurso de la escritura de su novela, narra que en esos días leyó un informe en el que se daba cuenta de que en su natal Veracruz se ubica la fosa clandestina más grande, lo que la sorprendió bastante y justo documentándose sobre Vladivostok para dar forma a su obra, encontró que también en ese territorio ruso se había localizado una fosa en la primera década de este siglo, lugar donde habían depositado cerca de 500 cuerpos.
“Es como ver que estamos en el mismo sitio, en donde el ser humano no deja de producir este tipo de actos crueles sin siquiera asumir o entender de la magnitud de lo que estamos hablando, de ahí la banalidad”.
En esta novela, uno de los personajes que vive en Vladivostok recibe la noticia de que su hermana fue hallada muerta en una barranca del Estado de México, luego de haber sido secuestrada, violada y torturada junto con un acompañante. El lugar elegido por la autora no es casual, explica que lo eligió justo porque es ahí donde más feminicidios se cometen en el país y que pese a ello no hay respuesta de la autoridad.
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“Por el contrario, pareciera que en estas épocas en que hay cada vez más marchas por parte de las mujeres, se banalizara más esto, o se mandaran mensajes confusos desde ciertas cúpulas de poder respecto de eso, como si fuera algo que se tuviera que minimizar o fuera algo común. Eso para mí es lo más terrible”, explica.
No obstante los rasgos de violencia que hay en su novela, la autora destaca que el texto cuenta también con esa otra parte que caracteriza al ser humano y que tiene que ver con esa mano que se extiende a quien busca consuelo, incluso de un extraño.
“Porque el ser humano, así como tiene la capacidad para la crueldad, también tiene la capacidad para la hospitalidad”, concluye.
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