El quehacer de la iglesia en la construcción de la paz
In principio erat Verbum
En nuestro país, el avance de los cárteles y los constantes enfrentamientos han transformado a múltiples estados y municipios en escenarios desgarradores, sin embargo, una de las noticias más recientes fue hace dos semanas, cuando el asesinato de dos sacerdotes jesuitas, presuntamente a manos del crimen organizado, impactó profundamente, no solo a la comunidad católica sino a la propia compañía de Jesús y a millones de personas alrededor del mundo.
Tristemente, a pesar de los esfuerzos parece que la violencia continúa su trayecto de forma imparable, tan solo de acuerdo a datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema nacional de Seguridad Pública en su informe de víctimas por delito de homicidio, se reportaron 13,127 muertes en lo que va del 2022, teniendo en mayo un promedio de 79.7 decesos por día; además de que tan solo en los primeros cuatro días de este mes ya se notificaron a las fiscalías estatales y dependencias federales, 338 asesinatos.
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El tema sigue causando revuelo, se ha buscado señalar como responsables del crimen y la violencia a organismos públicos y privados, a la propia sociedad civil e incluso se ha cuestionado la labor de las propias asociaciones religiosas; sin embargo, aunque mucho trabajo queda por hacer, el cual involucra sin duda, a cada uno de los sectores de la sociedad, no podemos culpar a la iglesia católica ya que esta ha sido un parteaguas en ámbitos como la educación, la salud y la seguridad; pero, además, ha presentado una clara influencia en la cohesión social.
De igual forma, hay que destacar que su intervención es sustancial para la erradicación de la creciente inseguridad, ya que proporciona un enfoque donde el actuar está dirigido hacia el crecimiento espiritual y personal, pero también impulsa el desarrollo integral del prójimo.
La iglesia desde su concepción ha sido considerada como una defensora de la paz y es que dentro de los valores intrínsecos de la religión católica se pueden encontrar como pilares: el amor, la caridad, la misericordia, la bondad y la obediencia, por lo que la guerra, la violencia y la inseguridad son males contrarios al Evangelio. No podemos negar que su misión se centra en formar feligreses con principios y valores que a su vez se dedican con ahínco en la reconstrucción del tejido social y del bienestar de cada individuo.
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Las iniciativas y exhortaciones a favor de la paz han sido numerosas, la injerencia de la iglesia católica permitió que en 2014 se abrieran las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba y tanto Barack Obama como Raúl Castro reconocieron al Papa Francisco como un ejemplo moral que demuestra la importancia de trabajar por un mundo correcto.
Aunque lo anterior haya sucedido hace años, sino aprendemos de los errores solemos repetirlos, y desafortunadamente ante otra crisis mundial, el Papa Francisco ha externado de forma constante su intención de visitar Rusia y Ucrania con la finalidad de ayudar a la misión de paz y aportar un poco de aliento a los afectados.
Nuestro país no ha quedado lejos de las oraciones y las visitas, en abril del año pasado el Nuncio Franco Coppola visitó Aguililla, Michoacán, en donde transitó a través de las calles donde día con día los pobladores caminan con miedo y asustados por posibles detonaciones de armas de fuego. El representante del Papa en México mencionó algo que no se puede perder de vista: “Es muy importante que se sepa lo que está pasando. Los malos se aprovechan del silencio”.
Hoy la sociedad debe apoyarse y trabajar conjuntamente para evitar el triunfo de la violencia, incluso el pasado martes 5 de julio, en su conferencia matutina, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, mencionó que se requieren diversas acciones para construir la paz, entre ellas el combate a la corrupción, a la desigualdad y por supuesto a la impunidad; sostuvo que rezar no basta para detener los abusos y las agresiones pero sí ayuda.
*Analista en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.
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