El mundo desplazado: miedos imaginarios y reales

“Siempre me ha asustado más la idea de perder contacto con la realidad que cualquier monstruo”

Los trastornos mentales, el miedo, el arte y la creatividad son los ejes de la novela de Paulette Jonguitud, El mundo desplazado (Random House). 

En la obra, la escritora mexicana nos sumerge en una historia que explora los miedos, tanto reales como imaginarios, que afectan a cuatro mujeres de diferentes edades. 

A través de la práctica artística, cada una de ellas enfrenta trastornos mentales y profundiza en la compleja relación entre la creatividad y la salud mental. 

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El mundo desplazado narra la historia de cuatro mujeres: una niña llamada Inés, y tres adultas —Paula, Miranda y Agustina—. Todas ellas lidian con trastornos mentales y, a su vez, canalizan sus experiencias a través del arte. 

“Cada una tiene una práctica artística distinta, y la idea es explorar cómo se enfrentan a sus miedos desde su edad y sus propias perspectivas. Muchas veces, el horror no proviene de fantasmas o monstruos sobrenaturales, sino de nuestra propia mente, de esos monstruos internos que nos enfrentan a nuestra realidad y nos llevan a preguntarnos quiénes somos en realidad”, expresó Jonguitud en entrevista para La Jornada Hidalgo

El terror psicológico, ese que carcome la mente y provoca que un ser humano llegue a tomar decisiones extremas en su vida, es el centro de esta lectura, la paz se cimbra en cada página. 

“Sí, de ahí parte mi interés por escribir esta novela. Siempre me ha asustado más la idea de perder contacto con la realidad que cualquier monstruo. El mundo desplazado surge de esa necesidad de explorar cómo enfrentamos el miedo cotidiano. Uno de los personajes centrales es Agustina, que como madre debe lidiar con el miedo constante no solo de cuidar la salud física de sus hijos, sino también su bienestar mental. 

“En la novela, intento mostrar cómo a veces las mujeres no tenemos espacio para fallar o ceder ante nuestras propias ansiedades y depresiones. También quise subrayar que no heredamos únicamente rasgos físicos de nuestras antepasadas, sino también sus miedos y sus monstruos”, responde Paulette. 

Dicen que la ficción supera a la realidad y el lector podría sentirse identificado en cada página. 

Al fin de cuentas, la autora impregna a su texto los miedos más humanos que existen y ante la pregunta de si pueden identificarse los lectores con los miedos de los personajes, ella lo afirma. 

“Creo que sí, porque cada uno de los personajes está impregnado de mis propios miedos. Por ejemplo, Miranda, una escultora de unos 60 años, refleja algunos de mis temores relacionados con el envejecimiento y la pérdida de control sobre la vida. 

“Otros miedos provienen de mi infancia y se los cedí a Inés, la niña del libro. Me parece interesante que mencionemos lo importante que es aceptar nuestros miedos, porque solemos ocultarlos, y eso termina persiguiéndonos aún más”, detalló. 

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Jonguitud ahonda en otro problema, la inseguridad que viven las mujeres, más en las grandes ciudades donde caminan con temor, en El mundo desplazado la Ciudad de México es el fondo de esta historia, el escenario del miedo. 

“Es un tema central. La novela también trata sobre los miedos que las mujeres enfrentamos en la vida diaria, como la violencia de género. En la Ciudad de México, ese miedo es muy real, pero también existen otros miedos más privados, más personales, que surgen de nuestras propias mentes. 

“Las protagonistas de la novela tienen que aprender a distinguir entre esos miedos reales, como la violencia, y los monstruos internos que habitan en su psique”, manifestó. 

También habla del arte como una forma de resistencia y sanación. Así, esta actividad influye en gran parte del libro, además de ser un alivio para las protagonistas. 

“El arte es esencial en la novela. Lo llamo «maternidad artística», es decir, la idea de que las mujeres artistas abren caminos para las generaciones futuras. En la novela, la historia comienza con unas máquinas artísticas que aparecen en baldíos al sur de la Ciudad de México, y una niña empieza a interactuar con ellas a través del grafiti. 

“Me interesaba mostrar cómo el arte puede ser un acto de resistencia y sanación, especialmente para Inés, quien encuentra conexiones con otras mujeres artistas que caminaron antes que ella. El arte, en este caso, es un puente entre generaciones y una herramienta para enfrentar los miedos”. 

La escritora resalta que las mujeres artistas, tanto en la ficción como en la vida real, son quienes abren caminos y crean espacios para que otras las sigan. En la novela, las máquinas artísticas son una metáfora de esas conversaciones invisibles entre generaciones de mujeres. 

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A través del arte, estas mujeres exploran sus emociones, pero también se enfrentan al peligro de quedarse atrapadas en un mundo que se aleja de la realidad, asegura Jonguitud 

En El mundo desplazado la autora invita a los lectores a reflexionar sobre sus propios miedos y los monstruos que todos enfrentamos en nuestra vida diaria. También exhorta a que se adentren en las visiones de estos personajes, especialmente de Inés, y que vean el mundo a través de los ojos de una niña que trata de explicarse los problemas de los adultos. 

MHO

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