DEL BARRIO
darDOS con garlito
Garlito
Los pueblos mineros eran afamados por varias cosas, su población flotante que iba y venía de acuerdo a la aparición o agotamiento de alguna veta de metal argentífero, sus calles símil de los laboríos serpenteantes, torcidos, intrincados, callejones sin salida; asimismo un lenguaje anteriormente secreto, soez, vulgar pero inteligente y veloz, el albur, que para los maestros de maestros, hasta con chiflidos se albureaban; burdeles de mala y muy mala muerte, pero con mucha suerte, sitios para despelucar y fugarse del pésimo salario, peligrosa chamba y rutina hogareña; de igual forma por sus barrios que crecieron en las laderas de los cerros, vericuetos empinados de piedra bruta con un arroyo en el medio de drenaje al aire libre y por supuesto sus cantinas, piqueras y pulquerías, eso que hoy llaman cultura, tradición y costumbres, no siempre tuvieron origen en buenas intenciones.
Nombres
Desde sus mismos inicios, la ciudad de Pachuca para identificar domicilios, barrios o colonias y para diferenciar de las referencias del México rural, quien para dar alguna señal sobre un lugar o personas, se solía decir, vive allá tras lomita, en la ciudad moderna en crecimiento por los años 50´s y continuando la más fiel tradición minera, se identificaba a un negocio, tienda, cantina o burdel, como seña particular de donde se habitaba; el Topacio, la Violeta, el Rey de la Selva, el Infierno, el Abanico, por supuesto el Arbolito y un largo etcétera, pues raramente alguien decía, vivo en la calle de Santiago, era más fácil ubicarlo si se decía, vivo por el Abanico o por el Factor, nunca en Patoni; el desconocimiento de los nombres de las calles como oficialmente se llaman es muy común entre los pachuqueños de hoy y peor aún, absoluta ignorancia en quién es aquel que lleva un nombre de una calle de la ciudad capital, todos conocen la calle de Arizpe, pero casi todos desconocen quien fue Miguel Ramos Arizpe; en los nombres de las calles hay intrínsecamente clases de Historia que deberían conocer los nuevos pachuqueñitos.
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Asimismo las colonias y barrios, contienen nombres de héroes e insignes mexicanos cuya vida y obra merecen inmortalizarlos dándoles su nombre a alguna y cada una de esas colonias llevan nombres específicos de etapas de la vida nacional, en la afamada colonia Santa Julia, en su primera sección la más antigua, todas sus calles llevan nombres de héroes de la Independencia, Hidalgo, Allende, Josefa Ortiz de Domínguez, del mismo modo que en el Centro Histórico, en la colonia Rojo Gómez cuyas calles son referentes al trabajo de los campesinos, Barbecho, Siembra, Agricultura, Parcela, en especial las calles de las colonias y barrios viejos, es donde para sorpresa de muchos esos hombres y mujeres son absolutamente desconocidos; tratar de que se conozcan y se sepa quién o qué fue el que lleva el nombre de mi calle, sería atractivo para los infantes, en una búsqueda detectivesca ir tras los pasos de los desconocidos.
Desconocidos
Uno de los barrios más entrañables y pachuqueños es el de El mosco, cuyo apelativo lo recibe de una pequeña y desaparecida cantina piquera, que dice fue muy afamada y ruda como todo tugurio minero, entre otras calles están la de Patoni, quien casi nadie sabe que se llama José María Patoni, hijo de un Austriaco nacido en Durango y minero afamado, general y liberal, partidario de Juárez, al cual finalmente traiciona; calle Manuel Orozco y Berra, uno de los primeros historiadores de México, pionero de la historiografía y presidente de la Asociación de Geografía y Estadística, lo que siglos después será el INEGI, al ser director del Museo Nacional durante el gobierno de Maximiliano, fue juzgado como traidor a la patria; Manuel Tolsá, quien debido a su obra puede ser medianamente conocido, nacido en España fue arquitecto, ingeniero y escultor, fue quien concluyó las obras de la Catedral Metropolitana de Ciudad de México, pero su obra es basta, el Palacio de minería, la estatua ecuestre del Caballito Carlos IV, el Museo de San Carlos, la Catedral de Puebla, la Iglesia de Santo Domingo, elaboró los planos del Hospicio Cabañas en Guadalajara y muchas obras más, un verdadero constructor de palacios.
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Rafael Lavista y Rebollar, otro duranguense, médico oftalmólogo, fue el pionero en realizar cirugías oculares, con técnicas y métodos por él creados, cuando esa materia era casi desconocida, creador del Museo Anatomopatológico, uno de los primeros investigadores y científicos de México; Francisco Noble Díaz, un realmontense, educador, profesor de gran prestigio a nivel nacional, a quien entre otros tuvo como alumnos a Alfonso Cravioto, Ramón Rosales, Baltazar Muñoz Lumbier, entre otros que también fueron hombres insignes, creador de muchas escuelas públicas y defensor de la educación laica y gratuita; Enrico Martínez alemán nacido en Hamburgo, 1555 impresor e ingeniero hidráulico fue autor de una de las primeras obras impresas de la Nueva España, donde combinaba astrología y medicina, fue cosmógrafo del Rey, es decir informante del Consejo de Indias, sobre viajes, descubrimientos, enfrentamientos llevados por armadas, navíos o flotas, además de los movimientos de los astros, fue antecesor de Alexander Von Humbolt; toda una pléyade de hombres ilustres en un barrio minero y faltan más; sin duda a los gobiernos municipales les interesa tener nombres de calles que fueran ejemplo, lamentable es encontrar con nombres como Antonio López de Santa Anna en el barrio de Cubitos, tan ilógico como si tuviéramos unas de Victoriano Huerta, Maximiliano o el innombrable.
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