Cuando mi hijo no es lo que yo creía

Cuando mi hijo no es lo que yo creía

Quienes somos padres y madres experimentamos diversas emociones, ideas y fantasías con relación a nuestras hijas e hijos. Amor, ternura, sorpresa, duda, temor, preocupación… son algunos de los sentimientos que podemos desarrollar a partir de la existencia de esa personita que sostenemos entre nuestras manos cada vez que la cargamos. Es común que visualicemos a […]

Mauricio Sosa Ocaña
Marzo 28, 2025

Quienes somos padres y madres experimentamos diversas emociones, ideas y fantasías con relación a nuestras hijas e hijos. Amor, ternura, sorpresa, duda, temor, preocupación… son algunos de los sentimientos que podemos desarrollar a partir de la existencia de esa personita que sostenemos entre nuestras manos cada vez que la cargamos.

Es común que visualicemos a nuestros hijos e hijas creciendo, yendo a la escuela, estudiando la universidad, titulándose y siendo profesionistas exitosos. Otras personas pueden imaginarles practicando algún deporte con destreza, conviviendo pacíficamente con sus amistades, enamorándose y siendo amados, formando su propia familia y siendo felices. Estas expectativas de los adultos sobre niñas y niños son parte de nuestro desarrollo humano y, a menudo, están determinadas por roles de género, entre otros factores.

Pocas veces les imaginamos siendo ladrones, consumidores de alcohol o dedicándose a alguna actividad ilegal. No pretendo que lo hagamos. Sin embargo, ¿qué sucedería si mi hijo o hija no es quien yo creía?

En sociedades globalizadas, nuestra cotidianidad está rodeada de mensajes que llegan a través de la tecnología y las redes sociales; nos relacionamos con las demás personas de formas poco orgánicas. En lugar de platicar cara a cara, de encontrarnos y conversar directamente para conocernos, lo hacemos a través de dispositivos tecnológicos. Hoy llamamos “identidades digitales” al conjunto de información que compartimos en internet.

Para quienes nacieron en este milenio, su vida e identidad están influenciadas por celulares, tabletas, inteligencia artificial y redes sociales, que representan extensiones de sí mismos para convivir. Somos 129 millones de mexicanos; hay 125 millones de celulares en el país y 107 millones de personas acceden a internet.

En Netflix está disponible Adolescencia, una miniserie británica que aborda la historia de un adolescente de 13 años acusado de asesinato. Sin escenas grotescas, explícitas ni vulgares, el espectador puede adentrarse en la trama y experimentar sorpresa, angustia e incredulidad ante el caso, así como acercarse a un tema urgente: las identidades adolescentes y su salud mental en la era digital.

Para quienes somos padres y madres, esta serie puede ser una oportunidad para observar lo compleja que es la salud mental de nuestras hijas e hijos, quienes crecen en sociedades determinadas por la economía de mercado, la competencia indiscriminada, el consumo de redes sociales y la convivencia mediatizada por la tecnología, de donde pueden repetir modelos violentos de ser hombres o mujeres.

Tal vez también sea una oportunidad para preguntarnos: ¿qué me pasaría si mi hijo o hija no es lo que yo creía? Y decidirnos a aprender herramientas científicas y pedagógicas, sin dogmas, para ayudarles a vivir una vida sin violencia ni discriminación por motivos de género, condición social o identidad.