Contra el cinismo: la política también es amistad

Contra el cinismo: la política también es amistad

ALAMEDA

Redacción
Diciembre 30, 2025

POR: DINO MADRID

Existe una frase hecha y repetida hasta la náusea por los “expertos” de cafetín y los viejos quesque operadores del antiguo régimen: “En la política no hay amigos, solo intereses”. La sueltan con una media sonrisa, con esa soberbia de quien cree haber descifrado el código secreto del poder, como si la frialdad fuera sinónimo de inteligencia.

Pero hoy, ante la ausencia dolorosa y la memoria viva, hay que decirles que se equivocan. Se equivocan rotundamente.

Hoy nos falta Alfredo González Quiroz, y su partida nos obliga a lanzar una pregunta incómoda para los cínicos y necesaria para nosotros: ¿De verdad se puede transformar un país solo con cálculo y alianzas estratégicas? ¿Es la vida pública un desierto emocional o es, en realidad, el terreno fértil donde se forjan las lealtades más inquebrantables?

Hay que saber y aprender a distinguir para no confundirnos. En la vieja política, esa que tanto repudiamos, efectivamente no había amigos; había cómplices. Los unía el negocio, el tapar el desfalco, el mantener el privilegio. Cuando se acababa el presupuesto, se acababa la lealtad.

En la práctica política de la cuarta transformación, la que se construye a ras de suelo, existen las y los compañeros. Y esa diferencia es abismal. Porque al compañero no lo une un contrato, lo une una causa de vida. Quienes caminamos bajo el sol, quienes compartimos la incertidumbre de la lucha y la alegría de la victoria popular, sabemos que ahí nace una hermandad que ningún interés puede comprar.

Ese vacío que hoy sentimos por la partida de Alfredo, no es el de un funcionario más; es el de un amigo, un camarada. Alfredo entendió algo que a muchos teóricos se les escapa: que la política, la buena política, es un acto de amor al prójimo.

Su historia no se termina con su partida física. Se queda, terca y luminosa, en sus hijos y en su esposa. A ellos, el abrazo más sincero y solidario de este movimiento. Sepan que la vida pública, con todas sus durezas, nos regaló la oportunidad de conocer a un hombre íntegro. No herederaron cargos, heredaron algo mucho más valioso y difícil de conseguir: el orgullo de un nombre limpio y el respeto de quienes lo vieron trabajar.

Alfredo González Quiroz se fue, pero nos deja una lección monumental para los tiempos que corren, la mejor política no es la del golpe en la mesa, sino la de la mano extendida.

Al final del día, cuando se apagan las luces de las oficinas y se archivan los expedientes, lo que queda no es la silla que ocupaste, ni el puesto que ostentaste. Lo que queda es el cariño de la gente y la certeza de haber servido junto a tus hermanos de lucha.

Que sigan diciendo los “expertos” que solo hay intereses. Nosotros, con el ejemplo de Alfredo en la memoria, seguiremos demostrando que en la política —en la nuestra— lo que sostiene al mundo es el corazón de saber que si se puede y deben hacer las cosas bien.

Hasta siempre, compañero.

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