Enrique Rivas columna Vozquetinta

Enrique Rivas

Cada año es como una carretera

Así reflexiono cada 31 de diciembre. Valoro el privilegio de haber sobrevivido a una aventura de doce meses, ejercida minuto a minuto, semana a semana

Enrique Rivas Paniagua
Diciembre 28, 2025

En vez de entregarse a la holganza absoluta, a algunos nos da durante estas fechas por dizque filosofar. Si nos gana el pesimismo o la depresión, rumiamos en lo efímero de la vida, en los sueños irrealizados, en el tiempo irrecuperable. Si le hacemos un huequito al optimismo o la esperanza, pensamos en la gracia de estar vivos, en la azarosa circunstancia de un cambio súbito, en lo providencial de lograr una mejoría, Depende de cómo pinte el mundo y cómo lo enfrentemos, pero sobre todo de cómo enfoquemos nuestra existencia.

A causa de mi fanatismo por los viajes, tanto el año saliente como el entrante los comparo con una carretera, una de esas panorámicas y heroicas carreteras mexicanas tendida desde la octava de la natividad (kilómetro cero) hasta la festividad de san Silvestre (kilómetro 365). Carretera sinuosa, hoyancuda, con deslaves, borradas ya sus líneas divisorias, envuelta en rachas de cerrada neblina o gasas de inacabable chipichipi, pero también con trechos de compasiva rectitud, exentos de baches, donde el sol se abstiene de jugar conmigo a las escondidillas y el clima se olvida por un rato de lloriquearme como magdalenas.

Un viaje peligroso. No es fácil sortear las contingencias que se presentan durante el trayecto. Dan ganas a veces de orillarse en pos de un imperioso descanso, o de arribar lo más pronto posible al siguiente pueblo para siquiera estirar las piernas, o de que, por arte de magia, se esfume el tráfico de tanto monstruo trailero que de unos años a la fecha invade nuestras vías terrestres. Ni cómo disfrutar entonces de la pródiga naturaleza que uno estaba seguro de hallar junto al camino. Por eso, llegar sano y salvo al fin de cada carretera se ha convertido ya en una proeza.

(Hablo de carreteras, que conste, no de autopistas. Mi romanticismo viajero sigue fiel a las primeras, no a las segundas, por más que éstas acorten distancias y disminuyan tiempos de traslado. Me parecen frías, desangeladas, monótonas, como si hubieran sido trazadas y construidas con inteligencia artificial. Llega un momento incluso en que me aburren o, de plano, me fastidian. Lejos estoy de rendirles la admiración que profeso a las otras vías, las exentas de casetas de cobro, por riesgosas que sean.)

Así reflexiono cada 31 de diciembre. Valoro el privilegio de haber sobrevivido a una aventura de doce meses, ejercida minuto a minuto, semana a semana, mes a mes con la misma intensidad que si hubiera viajado por una carretera. Confirmo que valió la pena hallarle un porqué y un paraqué al día a día. Y esta ingenua postura filosófica sustenta mis votos porque me ocurra igual al concluir el próximo lapso enero-decembrino. Cuestión, nada más, de no hacerle caso a los cantos de sirenas cuando intenten sacarme del nuevo camino.

Sigue nuestro CANAL ¡La Jornada Hidalgo está en WhatsApp! Únete y recibe la información más relevante del día en tu dispositivo móvil.