Ambivalencia
El Surtidor
En la introducción de su artículo “Una aproximación teórica a la ambivalencia humana y sus implicaciones para la sociología”, el investigador de la Universidad Complutense de Madrid, Jesús Romero Moñivas apunta: “Claridad y distinción son una inquietud permanente mucho antes de que Descartes los declarara principios necesarios del conocimiento científico. En el ámbito lógico-matemático, filosófico y científico la presencia de ambigüedades y contradicciones es una mancha negra en la investigación. Lo mismo ha sucedido en la comprensión del ser humano: suele molestarnos sentirnos ambivalentes y ver que otros también lo son. A esto tampoco ha escapado la sociología, hasta el punto de que, a pesar de las advertencias de Weber, a menudo nuestros conceptos, teorías y modelos han caído en la maldición procustoniana cercenando la realidad para encajarla en nuestras ideas claras y distintas”.
Y en el mismo sentido, Romero Moñivas abunda: “En este sentido, es conocida la insistencia de Bauman (2005) de que la mente moderna se caracteriza precisamente por la búsqueda y preocupación por el orden, lo que supone una negación de lo incierto, de la contingencia y, sobre todo, un intento de ocultar la ambivalencia. La modernidad y sus construcciones científicas reflejarían, pues, una voluntad de poder, de construcción de un mundo unívoco, nítido y sin aristas; un mundo ordenado habitado por un ser humano ordenado, en el que surge el “extraño”, el otro que no tiene un contra-referente y por ello está condenado a ser “el en-medio”, el ambiguo, y donde toda lógica es una lógica de la crueldad en la que la categorización que quiere exterminar la ambivalencia está impregnada de crueldad”.
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Para Bauman el fracaso de la modernidad expresa la imposibilidad de ese orden e incluso el hecho de que la ambivalencia es un subproducto de la búsqueda del orden: la modernidad es, de hecho, ambivalente en sí misma, contradicción entre lo que pretende superar y el miedo a retornar a lo superado. En esta encrucijada el ser humano bascula entre el turista y el vagabundo, según la comodidad o incomodidad en la vivencia de la ambivalencia.
En la imperfección del ser humano se establece el punto de vivir caminando siembre entre dos posibilidades. Manifestando, conscientes o no, de la existencia de estas mismas dentro de nuestra realidad. Vivir o sobrevivir entre el blanco y el negro. Entre la fatalidad y el éxito. Entre la derrota o el vencimiento. Para algunos teóricos, infancia es destino y para otros, todo está determinado genéticamente. Sin embargo, sobran muestras de que ambas afirmaciones no suelen ser siempre ciertas. Colocando en el mismo centro de dos caras de la moneda sólo algunas de las posibilidades del ser humano. Pongamos un ejemplo, supongamos que contamos con la receta perfecta de “el mejor platillo del mundo”, y para prepararlo, utilizamos los mejores ingredientes, seguimos al pie de la letra las indicaciones, sin embargo, existen un sin fin de factores externos: la temperatura, el punto de cocción, el emplatado, la acidez de las especies, etcétera. Todo ello nos orillará a que nuestro platillo, esté determinado a no ser necesariamente lo que hemos deseado. Si lo pensamos bien, este mismo proceso puede ayudarnos a entender que, las cosas, no siempre suceden como deseáramos en la construcción de los seres humanos, y en específico, de nosotros mismos.
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