Abi Huitrón, una joven bailarina de 22 años originaria de Hidalgo, encontró en la danza urbana no solo una pasión, sino también un camino de crecimiento personal y profesional. Desde los 15 años, cuando asistió a su primera clase de baile por insistencia de dos amigas, Abi quedó cautivada por la energía y la conexión que este arte le transmitió.
Lo que comenzó como una experiencia casual se convirtió rápidamente en una vocación que ha marcado su vida.
A lo largo de su trayectoria, enfrentó tanto desafíos como satisfacciones. Entre las dificultades, destaca la competencia desleal y la falta de reconocimiento hacia la danza como una profesión legítima.
Sin embargo, estas experiencias no opacan los momentos gratificantes, como ganar un concurso estatal de baile tras solo unos meses de entrenamiento, colaborar con artistas en videos musicales y participar en eventos culturales y desfiles de moda.
Además de ser bailarina, incursiona en la enseñanza, impartiendo clases a estudiantes de diversas edades, desde niños pequeños hasta jóvenes adultos. Para ella, ser maestra implica una gran responsabilidad, pero también una oportunidad única de inspirar y transmitir valores a sus alumnos.
“Lo más gratificante es cuando los estudiantes te agradecen por ayudarlos a crecer y confiar en sí mismos”, comenta.
También reflexiona sobre los retos económicos que enfrentan los bailarines, como la necesidad de invertir constantemente en su formación y la falta de remuneración justa en algunos proyectos.
A pesar de ello, mantiene firme su postura de valorar su trabajo y establecer precios justos por sus clases y coreografías.
Con una visión clara hacia el futuro, sueña con abrir su propia academia de danza, un espacio versátil que abarque diversos estilos y fomente el desarrollo artístico de sus estudiantes.
También planea continuar su formación en la Ciudad de México para perfeccionar sus habilidades y explorar nuevas oportunidades en el ámbito artístico, como participar en espectáculos, televisoras y proyectos con artistas emergentes.
Para Abi, la danza es más que un arte; es una forma de conectar con las personas y dejar una huella en sus vidas. Su mensaje para quienes comparten su pasión es claro:
“Hagan todo con amor, paciencia y constancia. Sean auténticos y transmitan su esencia en cada paso que den”.
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