¿Posverdad o posmentira?

¿Posverdad o posmentira?

ALAMEDA

Redacción
Marzo 11, 2025

Por: Dino Madrid

Vivimos en una época en la que la verdad ya no es la vara con la que se mide el debate público. Importa más lo que impacta que lo que es cierto. Si una mentira bien armada logra instalarse en la conversación, si genera indignación, si mueve votos, entonces para muchos es tan válida como cualquier verdad. Y ahí está el problema: la política dejó de ser el arte de lo posible para convertirse en el negocio de lo creíble.

La posverdad no es un simple error de datos o una confusión inocente; es una estrategia calculada. Se trata de acomodar la realidad a conveniencia, de apelar a las emociones antes que a los hechos. Se repite una falsedad con firmeza hasta que parezca verdad, porque en la lógica de la manipulación mediática no importa que algo sea cierto, sino que suene convincente y tenga efectos políticos concretos. Lo hemos visto una y otra vez: candidatos que prometen lo imposible, gobiernos que niegan crisis evidentes, medios que fabrican escándalos para desviar la atención de lo importante.

Y no se trata solo de los políticos. Medios, influencers y hasta ciudadanos de a pie contribuyen a este fenómeno. Compartimos lo que confirma lo que ya creemos, no lo que nos hace dudar. Nos dejamos llevar por titulares alarmistas sin verificar la fuente, porque en un mundo saturado de información, lo que más ruido haga es lo que se impone. En este juego, el que grita más fuerte tiene razón, aunque lo que diga sea una absoluta y absurda fantasía.

El problema es que la mentira, cuando se instala en la agenda pública, es muy difícil de erradicar. Una vez que se ha sembrado la duda o el miedo, no basta con desmentirlo. La desinformación no se combate solo con datos, porque no es un problema de hechos sino de emociones. Y en una sociedad hiperconectada, la indignación viaja más rápido que cualquier verificación.

Frente a esta tormenta de ruido mediático, urge recuperar espacios de discusión pública donde el pensamiento crítico tenga cabida. No se trata de imponer verdades absolutas, sino de abrir foros donde el debate no esté marcado por consignas prefabricadas ni por la histeria del trending topic. La política no puede reducirse a un espectáculo donde gana el que tiene mejores frases para TikTok. Necesitamos espacios donde la conversación pública recupere su profundidad, donde la sociedad pueda deliberar con información real y no solo con percepciones manipuladas.

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Es ahí donde los medios independientes, las universidades, las organizaciones sociales y hasta los propios ciudadanos tienen un papel clave. Hay que construir trincheras contra la desinformación, fomentar la educación mediática y fortalecer una cultura política que valore el argumento sobre el eslogan. No podemos resignarnos a que la mentira sea la norma ni a que el cinismo sea la única respuesta posible.

La mentira avanza cuando se deja sola. Si queremos frenar su poder, no basta con indignarnos: hay que discutir, argumentar y construir colectivamente una narrativa donde la verdad vuelva a tener peso.

Porque cuando la mentira gobierna, los que pierden siempre somos los de abajo.

MHO