Poder, el dinero e ideología
Sin Protocolo
En tiempos electorales y de nueva gobernanza es común que las estructuras existentes experimenten crisis y surjan daños colaterales debido a los cambios implementados. Para minimizar estos impactos negativos, resulta esencial que los líderes gubernamentales y los candidatos tengan un entendimiento cabal de las funciones y responsabilidades del poder, el dinero y la ideología, que es un vehículo para gobernar.
No obstante, convendría preguntarse si las autoridades y candidatos, esos que deberían ser guardianes del bien común, realmente entienden para qué sirven estas herramientas o si simplemente las usan como quien maneja un auto sin saber cómo funciona el motor.
El poder, por ejemplo, es esa capacidad de hacer que las cosas ocurran o de impedir que sucedan, dependiendo del capricho o necesidad del momento. No obstante, su verdadero propósito debería ser facilitar la gestión del estado de manera que beneficie a la mayoría de sus habitantes. Sin embargo, parece que en algunas ocasiones se utiliza más bien como un medio para asegurar que las próximas elecciones mantengan el status quo, garantizando así una estabilidad más teatral que práctica. Esto sin importar si están en el partido en el poder o en la oposición.
El dinero, por su parte, se supone que es el aceite que lubrica las maquinarias del progreso y la igualdad social. Sin embargo, en ocasiones puede parecer que este recurso sirve más bien para lubricar las palmas adecuadas bajo la mesa, asegurando que ciertas ruedas giren más suavemente que otras. De ser una herramienta para el desarrollo, el dinero en manos de políticos mediocre se transforma a veces en el premio de consolación para los fieles al poder o en el recurso negado a aquellos que osan cuestionar.
En cuanto a la ideología, esa debería ser la brújula que guía cada decisión, cada política, cada acción del régimen. Debería ser el conjunto de principios que aseguran que el poder y el dinero se usan para el bien común y no para el beneficio de unos pocos. Pero ¿realmente es así? Podría ser que, en lugar de una brújula, la ideología se haya convertido en un ideario paranoico y por lo tanto en un espejo que refleja no lo que es mejor para todos, sino lo que es mejor para aquellos en el poder.
Quizás sea ingenuo pensar que los candidatos y ciertas autoridades desconocen el verdadero uso de estas herramientas. Es probable que estén muy conscientes de su potencial y beneficios, pero elijan, de manera pragmática o cínica, utilizarlas de manera que aseguren su permanencia en el poder, en lugar de transformar verdaderamente la realidad de aquellos a quienes se comprometieron a servir.
Ver el uso del poder, el dinero y la ideología en los políticos de Hidalgo puede compararse con observar a un infante con una caja de herramientas: hay mucho entusiasmo, pero poco entendimiento sobre la función real de cada herramienta. El problema es que, en el ámbito gubernamental de todos los niveles de gobierno, no estamos hablando de un proyecto doméstico, sino del futuro de millones de personas.
La ironía de todo esto es que, mientras candidatos y aprendices de políticos juegan a ser artesanos del poder, el dinero y la ideología, los ciudadanos son los que realmente viven las consecuencias de este aprendizaje en curso.
Quizá, en un giro más irónico aún, el tiempo nos enseñe que, para aprender a usar correctamente el poder, el dinero y la ideología, primero hay que enseñar a quienes lo ejercen, el significado del servicio público. Y eso, en tiempos de política espectáculo, parece una lección muy difícil de impartir.
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