Otra de muertos

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Garlito 

El origen de las tradiciones en ocasiones se pierde entre la modernidad, sin darnos cuenta pasamos de la solemnidad al jolgorio, descarapelando costumbres, trastocando su vocación y transformando no siempre para bien, la fiesta más importante y grande de México, día de muertos; en un enfrentamiento ocioso entre la fiesta mexicana y su parecida anglosajona, esta última se adhiere a la población infantil y se le inculca, aportando un ingrediente externo a nuestra cultura, finalmente nutriéndola. 

Jolgorio  

La fiesta es nuestra mejor expresión como colectividad, el pueblo mexicano anda de fiesta en fiesta todo el año, sin embargo hay una, Xantolo, que realmente es la fiesta de las fiestas entre los pueblos originarios, el simbolismo es más acendrado en las comunidades indígenas que en las zonas rurales o urbanas, donde se incorporan otros ingredientes que no eran del todo para esta celebración y se desechan otros que sí eran importantes en el inicio; la intimidad de cada altar y ofrenda, se va diluyendo en una muestra casi pública de esta costumbre cultural trasmitida ancestralmente de manera oral de generación en generación, se pierde solemnidad y  seriedad con que se debe ver la muerte como acto existencial, en el afán de mantener la tradición, nos olvidamos un poco de su esencia. 

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Pese a que la danza es un elemento importante en las comunidades indígenas, donde se ofrece a los muertos como parte del tributo a los antepasados, difícilmente se veía en las ciudades a danzantes por motivo del Día de muertos, eso era especialmente para la fiesta del Carnaval, actualmente los personajes carnavalescos se hacen presente en el Xantolo y danzan en la calle, costumbre que no existía y solo se reservaba para aquella fiesta; la Catrina y el Catrín, personajes del ingenio de José Guadalupe Posada, estaban presentes en la fiesta de los muertos, pero no con la intensidad con que ahora parece querer ganar el centro de atracción y para desvirtuar más su presencia, se ha convertido en una figura de moda y un prototipo de mujeres fatales y sensuales, todos elementos nuevos en una vieja fiesta. 

La calle es tomada por una costumbre que era sobre todo íntima y familiar, cada quien conmemoraba a sus muertos y se les ofrecía comida en la medida económica de cada uno, se reunían a recordar y rezar por los difuntos, esperando el otro día para en el cementerio convidar a todos la ofrenda, en un intercambio de guisos, tamales o panes; en las ciudades las ofrendas se van extinguiendo, solo pequeñas representaciones y símbolos de un universo que hace no muchos años era muy común en cada hogar, quienes tienen raíces huastecas y serranas principalmente, conmemoran con mayor fuerza que otras regiones y en las zonas urbanas pasa casi desapercibido. 

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Calabaza  

La extranjerización de nuestra cultura es real y al continuar siendo una cultura mestiza, elementos externos son asimilados con cierta rapidez e integrados a nuestra cotidianidad, nos guste o no, el Halloween, noche de brujas o etcétera, es ya parte de la cultura popular de México y evidentemente norteamericana, el disfraz de la noche de brujas se inculca desde la educación preescolar y para la población infantil son de suma atracción las brujas, los gatos con pelos erizados, arañas, murciélagos, calabazas y una serie de personajes salidos de una película o de una imaginación no tan brillante, fiesta infantil el Halloween se disemina en todo el país, incluso en las zonas indígenas donde ahora se puede observar a niñas y niños pidiendo no dulces sino su calaverita, preferentemente dinero. Sin percatarnos el día de muertos se transforma lentamente. 

P.D., a un año de los primeros Dardos con garlito, quien escribe esto quiere agradecer a La Jornada y su personal, el espacio y atención para conmigo, asimismo a quien hace posible que estos dardos no sean tan errados (MCLI); principalmente a todas y todos que destinan unos minutos para su lectura… gracias totales. 

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Rolando García

Pachuqueño, periodista guionista, registrando la historia cotidiana de todos los días