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Garlito

Dicen las crónicas sobre Carlos Monsiváis, relatos y comentarios de sus amigos, sus costumbres, filias y fobias, habilidad para ubicarse y conocer a fondo los temas que trataría en sus trabajos; cuando se le ocurrió llamar “caja idiota” a la televisión, fue con la intención de molestar al dueño de ese medio de los años 70´s, pero reconocía la capacidad educativa, que podría tener la televisión; con la pandemia, quizá ¿Se le presenta su última oportunidad de razón de ser?

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Sin temor a equivocación: cada pueblo se merece la televisión que tiene; la “caja idiota” por supuesto se refería a la televisión comercial. Desde los años 50´s, controla la industria de la música, cine (¿?), entretenimiento y se ostenta como la fábrica de sueños; por la televisión mexicana, pasan muchos intelectuales de una u otra manera, incluso Monsiváis; el medio por sí mismo no puede ser nefasto ni decadente, es el mensaje  y la intención de este, donde está la perversión; la “caja idiota” es entonces, mala utilización de este medio, para fines oscuros y coercitivos a la inteligencia.

En 1968, se instituyó el método educativo Telesecundaria en México, un modelo original, iniciativa de Álvaro Gálvez y Fuentes, intelectual que explotó la televisión en sus orígenes, atendía básicamente el nivel de secundaria, reduciendo distancias, un profesor desde un estudio de televisión y un maestro asesor en el aula; la pandemia que hoy vivimos, obligó a las autoridades educativas, replantear este sistema, como única posibilidad, niñas y niños concluyan y continúen sus estudios; ahora la tecnología ofrece, mejores productos que ayudan al aprendizaje de los estudiantes, edición, animación, diseño y en sí, toda la producción televisiva, puede tener un mensaje didáctico y visualmente atractiva; el estado de Hidalgo participó en la primera etapa de telesecundarias, una ayuda pedagógica que podría revalorarse en estos tiempos.

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La televisión educativa podría aprovechar el lenguaje de la televisión cultural, para enriquecer los contenidos, hacerlos más atrayentes y reforzar los conocimientos, con técnicas televisivas que podrían resultar, ejemplos: Plaza Sésamo como pionero de la televisión preescolar para cualquier niño, con una producción televisiva que hoy día es ícono; el afamado y premiado El Mundo de Beakman, provoca la curiosidad científica, de una manera divertida y televisivamente atrayente. Otros ejemplos son Historias Horribles, donde el sarcasmo y la burla, enseñan más que cualquier profesor de historia; 31 minutos, otra emisión que enseña a las niñas y niños sobre equidad, con la imaginación y unos pares de calcetines. Intercalar segmentos de estos programas durante las clases podría fijar la atención de la audiencia y tratar de cumplir el objetivo.

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Rolando García

Pachuqueño, periodista guionista, registrando la historia cotidiana de todos los días
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