Nuestra responsabilidad ante las tragedias
En contra del mar
Con el avance tecnológico y el acceso a internet nos hemos acostumbrado a vivir con el corazón acongojado.
En cuestión de minutos, las catástrofes y tragedias en cualquier parte del mundo se convierten en noticias que caben en un par de caracteres. Miedo, indignación, rabia, furia, desesperanza; cualquier cosa que estés sintiendo es válida. A diferencia de nuestros antecesores, diario somos bombardeadxs por los mensajes que los sistemas de opresión nos hacen llegar: existen vidas más valiosas que otras.
Lo sabemos con cada nuevo cartel que informa una desaparición, un feminicidio.
Lo sentimos con la desesperación de la aplicación de las vacunas, con la necedad de los laboratorios de no liberar las patentes, el colapso del sistema de salud.
Con el miedo y la incertidumbre de los incendios, la próxima sequia a la que el gobierno no le está dando importancia y con la duda de que implicará si llegamos al día cero y nos quedamos sin agua.
Está presente cuando nos enteramos de la serie de actos, omisiones producto de la impunidad y corrupción que cometen las autoridades que pasan frente a nuestros ojos.
Cuando se nos enchina la piel escuchando la desesperación de las madres y familias que buscan respuestas ante autoridades sordas.
Y está ahí en las notas, en los videos, en las fotografías de las catástrofes y tragedias que golpean a la clase media, trabajadora, en pobreza, en situación de calle; cuyas vidas están en un constante riesgo, en un eterno cansancio, sin opciones porque para sobrevivir hay que quitarse el miedo y continuar con sus vidas, con sus trabajos a pesar de cualquier cosa.
A las víctimas se les exige que a pesar de dolor, de sus deseos, tomen responsabilidad y solucionen el problema de violencia de las que fueron objeto. Mientras nosotrxs como sociedad miramos a la distancia y todavía tenemos el descaro de juzgar sus decisiones: ¿por qué no denuncio?, seguro es mentira, ojalá que no se cansen hasta que logren justicia, a ver si no lxs compra el gobierno.
Escribimos comentarios, publicaciones, tweets indignados. Compartimos infografías en Instagram, desde la comodidad de los hogares, con la certeza de que en el refrí hay comida y nuestrxs seres queridxs están a salvo.
¿Cuándo vamos a tomar la responsabilidad que nos toca como sociedad? Porque si: somos víctimas muy indirectas de la violencia del Estado y al mismo tiempo cómplices con nuestro silencio.
El capitalismo destruyó nuestro sentido de pertenencia y comunidad, sustituyéndolo con la individualidad. El sistema legal lo reafirmó construyendo vías para acceso a la justicia que individualizan los problemas sistémicos, acotando a que solamente si tienes una afectación directa puedes acceder a esos mecanismos. Culturalmente se nos implanto la idea de que vamxs solxs, que unx mismo puede cambiar su realidad si le echa ganas y soluciona sus problemas sin pedir ayuda, porque si necesitas de alguien más eres débil. Que si te pasó una desgracia tu tienes la culpa.
Que estos días donde el tenemos el corazón acongojado y un hoyo en el estomago, nos sirvan para empatizar, acompañar y pensar en formas colectivas de asumir esta responsabilidad social. Si, los hechos que suceden todos los días no nos afectan de la misma forma pero creer que no nos tocan, no tienen impacto en nuestra vidas es solo un engaño.