Nick Cave y su encuentro con un ‘Dios Salvaje’

CIRCULO SÓNICO

A los 66 años de edad, Nick Cave es un compositor consumado que tiene de su lado una imaginería que se alimenta muchísimo de la temática religiosa -especialmente de La Biblia-, por lo que no extraña que para su décimo octavo álbum ahora se apoye en la poesía de San Juan de la Cruz para “Long Dark Night”… hay mucho en este músico de un personaje místico que habita en un hombre que ha conocido muy de cerca el dolor.

Jamás será sencillo para un padre superar la muerte de los hijos -las leyes de la vida dictan que las cosas fueran al revés-; el autor de este monumental Wild God enfrentó en un lapso de 7 años el fallecimiento de Arthur Cave -que tenía 15 años- y Jethro Lazenby, que a los 31 años de edad vivía en Australia.

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A través de la compañía de The Bad Seeds -con Warren Ellis por delante- entrega una obra en la que se nota que ha obtenido cierto grado de redención ante la pérdida de dos de sus seres queridos, asunto que estuvo en el centro de dos discos llenos de dolor y oscuridad, como lo son Skeleton Tree (2016) y Ghosteen (2019).

Nick Cave ha decidido plantarse musicalmente ante la figura de Dios y presentarlo como un ser también marcado por el sufrimiento y que no posee la omnipotencia y la omnisciencia, tal como lo plasma en el tema que le da título y que es impresionante.

Wild God es una obra que maximiza la belleza y por lo mismo es mucho menos áspera y estridente que algunas de las grabaciones del pasado. Ahora se ha alimentado del gospel y sus coros para nutrir a un rock que también conoce de la música clásica y recurre a una sección de cuerdas… algo que no tarda en aparecer desde la inicial “Song Of The Lake”, llena de voces evanescentes y que cuenta la fascinación de un anciano al ver nadar a una chica que llena el lago con su halo dorado; allí donde El cuervo de Poe tiene a “Nevermore”, Cave acude a “Nevermind”.

Y es que alrededor de estás 10 canciones en total también es importante anotar la aparición del influyente productor Dave Fridmann (famoso por su aportación a The Flaming Lips) que se encarga de la mezcla, mientras que Warren Ellis encamina la producción. A ello debemos de agregar que invitaron a Colin Greenwood (Radiohead) a sumarse en algunos de los bajos -¡Vaya tándem virtuoso!-.

Nick Cave es alguien totalmente convencido de su postura ética y estética, tan es así que en el programa de Stephen Colbert apuntara a propósito de la música: “es una de las últimas y legítimas oportunidades que quedan de poder tener una experiencia trascendental«… y Wild God ofrece una muy potente.

Una en la que se permite también recurrir al sentido del humor muy a su estilo; por ejemplo, presentar en “Frogs” al cantante folk Kris Kristofferson usando una camiseta que no ha lavado en días; mientras que en la parte musical sorprende usando un poquito de Autotune en “O Wow O Wow (How Wonderful She Is)”, que nos remite directamente a Bon Iver; se trata de una canción dedicada a Anita Lane, quien fuera su colaboradora y amante, por lo que cierra con un fragmento de una grabación de su voz.

Nos encontramos ante un estallido sensorial muy diverso, por lo que Nick Cave puede tener un acompañamiento discreto para que sea su voz la que conduzca el ritual, tal como ocurre en “Joy” -que es casi un spoken word– en el que aparece su querida palabra “misericordia” y en la que también vuelve a los fantasmas, hasta dejar que un niño etéreo sea quien diga: “Ya hemos tenido pena suficiente, ahora es el momento de la felicidad”.

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Es algo que conecta directamente con “Frogs” en el momento en que dice: “Niños en el cielo saltan por la felicidad”. Es notorio que ha llegado el momento de aparcar el carruaje del sufrimiento y descender para observar el panorama y buscar pruebas de que existe la fe.

Nick Cave ha vuelto a hacer una suprema obra de arte.

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