Morena: el partido siguiendo el paso del movimiento 

Entre comillas

La declaración de principios de Morena señala el 2010 como nacimiento del Movimiento Regeneración Nacional. Cifras más y cifras menos, la fecha se relaciona con la constitución de una asociación civil encabezada por nuestro actual presidente, Andrés Manuel López Obrador. Este nombre fue la carta de presentación del proyecto político divulgado por todo el país, y que llevó a AMLO a recorrer los 2,471 municipios de la República Mexicana. El primer Congreso Nacional de Morena se efectuó el 20 de noviembre de 2012, para ese entonces aproximadamente el padrón estuvo compuesto por más de 200,000 ciudadanos.  

Llegar al punto de fundación de la asociación, y el partido político Morena se recuerdan en el imaginario colectivo como un eslabonamiento de movilizaciones, exigencias e integración de distintos actores de la lucha social. A modo, la energía del movimiento concretó el partido. Un movimiento que estaba compuesto por estudiantes, profesores, mujeres, activistas de la diversidad sexual, jóvenes, adultos mayores y secciones de gremios laborales de oposición al oficialismo de la larga noche neoliberal. Uno de los postulados centrales que permitió avanzar con claridad fue “por el bien de todos, primero los pobres”. Este postulado y el movimiento fueron, y siguen siendo, principal motor de lo que se ha denominado como “Cuarta Transformación”, siempre que se entienda ésta como una auténtica revolución pacífica que modifica las estructuras sociales. 

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El partido, que se alimenta del movimiento, tiene por circunstancia ser un aparato formal y burocrático que funge como instrumento electoral, sin el cual, las opciones para el ejercicio del poder político y la lucha por el mismo se podrían derivar peligrosamente. Esta condición del partido también se configura de manera normativa, con la necesidad de construir procedimientos rígidos y bien establecidos para la afiliación y renovación de sus órganos de dirección, sujetos inevitablemente a la legislación electoral y a la regulación del INE y el Tribunal Electoral. 

El pasado sábado 30 de julio en Hidalgo fueron las elecciones internas de partido, donde se reflejaron estas tensiones entre rigidez y flexibilidad, dos fuerzas centrífugas que conviven alrededor de la “Cuarta Transformación”. La elección de consejeros estuvo acompañada de una convocatoria abierta de afiliación; quienes acudieron al llamado pasaron a ser legalmente parte del partido político. Observando la elección y esas tensiones en el escenario de Morena Hidalgo, resultan algunas reflexiones pendientes de atención. Primero, tener presentes los riesgos de dejar de ser el instrumento electoral del movimiento y convertirse en herramienta de actores y grupos políticos anclados al viejo régimen. Actores que en algunos casos han encontrado en MORENA una vía para la supervivencia política y el mantenimiento de sus privilegios. Y segundo, nos preguntamos: ¿cómo ser un partido lo suficientemente flexible para ser incluyente, pero al mismo tiempo, evitar volverse pragmático y carente de principios?  

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Las contradicciones entre la teoría y la praxis se asoman para depositar en los integrantes del próximo comité ejecutivo estatal la esperanza de que esas mujeres y hombres sean lo suficientemente responsables, hábiles, y resueltos para tomar decisiones que permitan que el partido siga el paso del movimiento.  

En tiempos de transformación revolucionaria, los destinos del partido marcarán el ritmo de los cambios por venir. 

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