Mi tercia de reinas

Mi tercia de reinas

La geografía mexicana me seduce. Vuelvo a ella cada vez que puedo, en pos de mí mismo, a guisa de refugio y zona de confort. Ahí hallo la respuesta a mi pregunta de por qué soy como soy

Enrique Rivas Paniagua
Enero 26, 2025

México me otorgó el privilegio de haber nacido y crecido aquí. Hice de su geografía, su historia y su cultura mis vocaciones. Sin esquemas prestablecidos, sin cartabones ni clichés, ellas me introyectaron la verdadera esencia de este país contrastante. Fueron mis maestras, mis colegas de profesión, mis compañeras de viaje. Diría que también mis novias eternas. Por eso les he dedicado tantos programas radiofónicos, tantos libros y artículos periodísticos, tantas voces y tintas: para corresponder a las lecciones vitales que me han dado.

La geografía mexicana me seduce. Vuelvo a ella cada vez que puedo, en pos de mí mismo, a guisa de refugio y zona de confort. Ahí hallo la respuesta a mi pregunta de por qué soy como soy, por qué mi carácter es tan costeño como serrano, tan selvático como estepario, tan boscoso como desértico, tan neblinoso como descampado. Ahí comprendo por qué el sol, el franciscano hermano sol, es mi tona, mi espíritu tutelar, casi casi mi nahual. Ahí renace mi otro yo, el auténtico, el profundo, el que me arrebatan la desazón y las obsesivas dolencias del espíritu.

La historia mexicana me apasiona. Es la película que le filmo pero sin acabarla nunca, porque a cada rato renuevo su argumento, su guion, sus personajes. Es el ensayo o la crónica que le escribo, tejida con documentos, tareas de gabinete, trabajos de campo, visitas a sitios históricos, testimonios orales. Es la plática con que la complazco ante un público sabedor de que nada invento o me saco de la manga, que peco de riguroso en lo tocante a métodos y técnicas de investigación, que incluso mis dudas e interrogantes tienen un porqué lo más sustentado posible.

La cultura mexicana me identifica. No hay faceta suya que yo desdeñe, tanto en el ámbito académico como en el popular. La música, el lenguaje y la literatura tienen en mí un detective a ultranza, un aplaudidor, un abogado que las defiende y promueve. Sigo de tancho en hacer de ellas un suceso cotidiano, instintivo, fresco; algo, si acaso, despertado, pero nunca inducido o, menos, impuesto como política gubernamental. De no hacerlo así, renunciaría a la honorífica tarea de ser comunicador y promovente cultural.

Al fin geógrafo, al fin historiador, al fin culturoso. Tres oficios compatibles que ejerzo por destino y con el mayor de los placeres. Motivos suficientes para volver a la mexicanidad el más noble aliento para seguir vivito y, hasta ahora, todavía coleando.