Mes de ¿qué orgullo?
En contra del mar
Han pasado varios años desde que el día del orgullo “gay”, me dejó de significar algo. No por hacerme “la cool y deconstruida” pero mi camino como activista de las disidencias sexo génericas ha sido tan complejo que estoy un-mucho-amargada.
El 28 de junio se conmemora el día internacional del orgullo por la represión (razzia) del bar de Stonewall en Nueva York, en 1969, que daría pie a un enfrentamiento de varios días contra la comunidad LGBT por parte de la policía. En el primer aniversario de los hechos se marchó en esa ciudad para evidenciar la necesidad de hablar de los derechos de las personas LGBTTTIQ+. Otras ciudades, estados, países se han ido sumando a esta conmemoración que también tiene un tinte de celebración. ¿Qué se celebraba? La vida, la resistencia, la existencia y la resilencia de las personas de las disidencias sexo genéricas. Sin embargo, este movimiento siempre ha sido lidereado por hombres cis gays cuya lucha política se enfrasco en lograr los mismos derechos que los heterosexuales, es decir la homo/heteronorma.
Aunque actualmente cada día del mes de junio se destina para visibilizar algunas de las diferentes existencias que forman parte del movimiento, a mí me deja un sabor agridulce. A la última marcha que asistí fue en 2019. No asistí con fines políticos fui a divertirme. Mi pensamiento en aquel entonces era que la vida ya es demasiado difícil como para negarnos un día de celebración.
No sé si también tiene que ver con la temporada electoral, pero este año no encuentro una razón para perpetuar este mes que de alguna forma banaliza la lucha por nuestros derechos, que sigue girando en torno a hombrescisblanqueadosgaysdelasciudades cuyas necesidades están muy lejos de representarnos, cuando se aplicaron las cuotas ELGEBETE en el proceso electoral y fueron utilizadas de una manera cínica por parte de los partidos: todos los días vi una noticia de algún hombre cis heterosexual haciéndose pasar por homosexual, bisexual o incluso con una identidad trans que ni le corresponde.
¿Por qué quisiera sentirme orgullosa de que la demandas del movimiento LGBT sea aumentar el catálogo de delitos con ECOSIGs, crímenes de odio y discriminación? ¿Por qué estaría en mesas con más hombres cis hablando de gays y no de nosotrxs, lxs otrxs? ¿Por qué acompañaría un movimiento altamente misógino, clasista, racista, capacitista y otros istas? ¿Por qué querría votar por politicxs que utilizan categorías solo para hacerse las más cool pero cuando no las ven sacan sus fobias y su visión asistencialista, o que firman acuerdos con ONGs con prácticas opresoras que juran saber lo que necesitamos? ¿Por qué todo termina por centralizarse en la capital del país?
La pandemia nos ha mostrado lo vulnerables que somos pero también que si nos organizamos podemos seguir acompañándonos. Me siento orgullosa de acompañar y hablar siempre de Casa Frida, el albergue que le ha dado techo, alimento, amor y apoyo a las personas de las disidencias sexo genéricas que fueron expulsadas de sus hogares por ser quienes son. Me siento orgullosa de formar parte de México Igualitario, una plataforma jurídica que durante la pandemia, no ha parado ni un día para garantizar el ejercicio de nuestros derechos humanos.
Espero que podamos politizar este mes, que sí festejemos pero que recordemos que no estamos todavía todxs y que si nos cegamos por banderas de colores, discursos punitivistas o incluso “presuntos avances legislativos”, no vamos a ser libres.