Hidalgo enfrenta una crisis estructural que se repite cada temporada de lluvias y que ya no puede atribuirse solo a la naturaleza. Lo que en realidad está colapsando es un sistema de infraestructura rebasado por la corrupción, la negligencia de constructores y la falta de visión de los gobiernos priistas que durante décadas ignoraron el desarrollo ordenado.
El cambio climático vino a desnudar por completo las consecuencias de ese abandono: zonas de cultivo transformadas en fraccionamientos sin drenaje, vialidades que colapsan ante cada tormenta, y comunidades enteras atrapadas en barrios sin salida ni transporte eficiente. La tragedia más dolorosa: la muerte de un joven arrastrado por el agua en Zempoala, un ejemplo claro de lo que ocurre cuando se urbaniza sin planificación y sin respeto por el territorio.
En las últimas semanas ha quedado claro que lo que se necesita no es solo arreglar las calles dañadas, sino cambiar por completo la lógica de desarrollo urbano y rural en Hidalgo. No podemos seguir tolerando fraccionamientos aislados, calles angostas sin salidas viables, ni seguir permitiendo que constructoras levanten viviendas en zonas sin transporte, sin alumbrado y sin salidas pluviales.
La responsabilidad también recae en el presente. Hoy el gobierno tiene que poner orden, sancionar negligencias y establecer reglas claras que obliguen a los desarrolladores a construir con perspectiva climática y social. Pero, además, se enfrenta a otro obstáculo: la falta de recursos. El dinero es finito y el desastre acumulado es enorme.
Por eso, se debe iniciar ya una discusión seria sobre nuevas formas de financiamiento para atender este rezago. No basta con anunciar inversiones dispersas o depender de apoyos federales. Se necesita planificar mecanismos propios, buscar alianzas con universidades, bancos de desarrollo, organismos internacionales y también implementar esquemas fiscales responsables.
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Se requiere más presupuesto para policías, bomberos y paramédicos que atiendan emergencias. Se necesita personal capacitado que inspeccione desarrollos en construcción, limpie cauces y ríos, y mantenga sistemas pluviales funcionales. Hace falta más vigilancia, más regulación, más planeación y, sobre todo, más compromiso.
Lo que hoy vive Hidalgo no es solo una temporada difícil de lluvias. Es la consecuencia de años de desinterés acumulado. Y si no se actúa rápido, lo que hoy se inunda no será solo una carretera o una colonia: será la posibilidad de vivir con dignidad.
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