Madre de hijas de aquí y de allá
Lo cierto es que...
Una mujer entregada a la comunidad, que realiza labor social y despacha en su tienda de abarrotes donde confluyen familias y jornaleros, habla de sus hijas mayores que viven en Florida y de inmediato los recuerdos empañan su mirada.
Conversa en otomí y coba a una señora mayor de largas faldas y rebozo en la cabeza. La marchanta llega a comprar refrescos, pan tostado y detergente. Desde la misma abarrotera atiene el Centro Comunitario y la tesorería de la Biblioteca pública.
Rosalía ya cumplió 50 años de edad. Nació y vive en Capula, Ixmiquilpan. Quedó viuda de su primer esposo Wenceslao, está separada de su segunda pareja, Juan con quien tuvo tres hijas. Él se fue hace unos 14 años a Estados Unidos, y no regresó. Los tres primeros años mandó dinero ero después se olvidó.
Ella está integrada a la modernidad, cuenta con teléfonos fijo y celular, y hasta ha podido comunicarse por internet con sus hijas mayores. Patricia, de 32 años de edad, y Margarita de 30, quienes se fueron a Clearwater, Florida desde que tenían 18 y 16, respectivamente. La más grande iba a entrar a la Normal, pero decidió no continuar sus estudios para buscar trabajo en Estados Unidos.
Mis hijas se comunican por internet, las de aquí con las de allá. Aunque ni hay mayor convivencia, porque no pueden visitarse, se cuentan sus cosas y se quieren, comenta Rosalía.
Pero Rosalía no está tranquila y se mantiene esperando el día en que regresen las que están allá y por lo mismo las convenció que construyeran una casita en el pueblo. Una ya está lista, solamente es necesario que la amueblen. A la otra le faltan los pisos, el aplanado, las ventanas; la tiene la loza.
Ellas han malgastado su dinero. Se dan la buena vida allá, dice. Le han encargado construir con el dinero que le han enviado durante casi cinco años.
Guarda silencio porque no quiere mostrar que le duele su ausencia, pero las lágrimas buscan salida a Rosalía se enjuga el rostro y con mucho trabajo dice unas palabras:
“Yo digo que los planes de mis hijas de allá no se han cumplido bien. Yo les he dicho que para que valga la pena no estar conmigo, era para que tuvieran su casita, ahorros para cuando regresen. Nada es igual si la familia no está reunida. Yo espero que vuelvan. Acá pueden tener un pequeño trabajo y sacar a sus hijas adelante. Están cumpliendo parte de lo que esperaban”.
Rosalia mantiene a ella y a sus hijas de acá con su trabajo en la tienda de abarrotes que está en el centro del pueblo, junto a la escuela y al Centro Comunitario.
Está jubilada desde hace cuatro años, trabajó como auxiliar administrativo en el DIF de Ixmiquilpan. Hace cuatro se jubiló, y el poco dinero que le dieron lo invirtió en una tienda de abarrotes en donde vende de todo, de ahí saca para comida y pasajes.
Lo cierto es que…Rosalía, como otras madres, todavía no están convencidas que la vida de sus hijas se mejor allá, porque acá les espera un pequeño trabajo, y el que ellas buscan es otro, algo mejor. Queda esperar
Twitter@AidaSuarezCh