La Rosalía viaja en metro (la ilusión en tranvía)

Circo Sónico

Técnicamente es mucho más complicado suspender a Rihanna en el centro de un inmenso estadio -el Superbowl nos dejó esa postal inmensa y memorable, con todo y que la artista estaba embarazada-; luego entonces no considero que les costara mucho cambiar la ubicación usual del escenario del Zócalo capitalino para que el 28 de abril la Rosalía emergiera del túnel que lleva al metro.

Se trata de una estación en la que otro catalán -Rodrigo Fresán- ubica una versión actual y delirante del Mictlán en su novela Mantra… así la Motomami emergería de unas profundidades que albergan a las deidades aztecas y se provocaría una fusión posmoderna y retadora.

Me concentró en esta especulación un tanto en plan sci-fi para imaginar a Rosalía emergiendo del Metro mismo y así evidenciar esas comparaciones facilistas que tras indagar en el presupuesto de dicha presentación lo trasladan a unas supuestas obras en el resto de la ciudad; todos esos creativos aluden: “con lo que se gastaron en el concierto se hubieran arreglado tantas estaciones o vías”.

Y no es que me parezca que el reclamo no sea viable… hace mucho que el Metro requiere de una gran inversión, pese a una compleja trama organizacional en su seno. Pero lo que me interesa plantear en esta entrega con toda claridad es que no se trata de elegir entre una presentación de Rosalía en el Zócalo y un plan de renovación a la infraestructura del Metro.

De lo que se trata es de que ambas cosas sean posibles a partir de varias consideraciones; ojalá muchas de esas voces que se oponen al concierto tengan en claro el lugar que ocupa la Ciudad de México en el plano internacional; se trata de una de las capitales más importantes del mundo y que debe ofrecer conciertos de acuerdo a tal categoría… y así ha ocurrido.

No se trata pues de que si se hubiera logrado Manu Chao todos los Talibanes del rock celebraran y sus críticos de vieja guardia se retorcieran; tampoco es que Roger Waters y Silvio Rodríguez salieran muy baratos -vamos, ni siquiera Grupo Firme (con todo y lo limitada de su propuesta).

Un programa de conciertos de tal magnitud debe sustentarse en la diversidad y en la capacidad de convocatoria y se trata de algo que ha sucedido a través del tiempo, más allá del gobernante en turno; en el Zócalo han tocado todo tipo de artistas, así que viene bien que se siga conservando a la vanguardia.

La puesta en escena de Motomami es muy cercana a la danza contemporánea… a la teatralidad y Rosalía posee una voz magnífica y una personalidad demoledora; la calidad del show es altísima, así que sí resulta muy caro pagar por verla en un festival, pues que mejor que puedan disfrutarlo miles y miles concentrados en la plancha del epicentro republicano.

Pero nada de eso exime a un gobierno para no cumplir con sus obligaciones e invertir en obra pública o en el mantenimiento del sistema entero de transporte público -que como sea viene evolucionando-.

Que las administraciones no le saquen la vuelta y generen el presupuesto para mejorar los servicios básicos -el tema del agua es una bomba de tiempo, entre otros tantos-, pero cuando la instancia cultural logra generar lo necesario para que un artista en total plenitud y vigencia se presente gratuitamente no queda sino celebrarlo, así se tenga o no deseo de asistir… ¡que revienten aquellos interesados y se desgañiten con “Despechá”, “Con altura” o “La Fama”.

Rosalía representa una mixtura musical contemporánea… se trata de una artista que se mueve con gran soltura más allá de su formación en flamenco… ella es vanguardia total y que esté en un masivo sin costo para la gente es un acierto volcado en una fiesta.

Que el gobierno cumpla con sus obligaciones, por supuesto; y una de ellas es proporcionar una oferta cultural de calidad y con Rosalía se cumple en lo más alto… por más y que se paren de pestañas sus detractores -los reales y los acarreados-.

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