La hegemonía de la narrativa
El Surtidor
En una entrevista publicada por el diario El País, hace poco más de tres años, Pablo Guimón le preguntó al pensador y periodista, Malcolm Gladwell: ¿Estamos demasiado politizados? a lo que éste contestó: “Hemos inflado la importancia de la política en nuestras vidas. La mayoría de las cosas que afectan a mi propia felicidad no tienen nada que ver con ella, tienen que ver con decisiones y acciones tomadas por mis amigos, mi empleador, las empresas, la gente que conozco. Nuestras vidas son mucho más ricas de lo que muchos discursos políticos sugerirían”.
Pero: ¿Cómo vivir con el hecho de que todo es político? sobre esto, Fabián Coelho abunda en los preceptos aristotélicos que dicen que: “El hombre es un animal político”…. lo que significa que el hombre se diferencia de los animales, entre otras cosas, porque vive en sociedades organizadas políticamente, en cuyos asuntos públicos participa en mayor o menor medida, con el objetivo de lograr el bien común: la felicidad de los ciudadanos.
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En el original griego, Aristóteles se refería al hombre como un ζῷον πoλιτικόν (zôion politikón), siendo que ζῷον significa “animal”, y πoλιτικόν puede traducirse como “político”: animal político.
Esta afirmación, como tal, es clave en el pensamiento filosófico de Aristóteles, pues plantea que el hombre no puede ser concebido fuera de su relación con el Estado en su condición de ciudadano.
La frase aparece en la Política, tratado donde Aristóteles establece las bases de la filosofía política del pensamiento occidental. Y donde aborda algunos aspectos fundamentales de la política, entendida como forma de organización y regulación de la sociedad”.
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Vuelvo a Coelho al pensar en el hecho de que: “A la participación del hombre en los asuntos públicos del gobierno y el Estado se le llama política. La política es una rama de la moral que se ocupa de las actividades por medio de las cuales una sociedad resuelve los problemas que plantea su convivencia… Por esta razón, el hombre es, también, un animal político. Que participa en la organización de la sociedad y en la resolución de sus problemas, en la aplicación de las leyes y de la justicia, y en el logro del máximo bien común, que es la felicidad de los ciudadanos”.
Entendido este punto, pienso en Galdwell y en lo poco que pueden interesar los actores políticos en el continuo devenir del ser humano, ya que el destino de los aparatos democráticos, desde hace algunos años, no está en la función de ellos en la resolución de problemas cotidianos, sino en el interés que generan las imágenes creadas sobre estos mismos. Pareciera que es más importante el discurso que la acción. La hegemonía de la narrativa y el discurso sobre la realidad.
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