En los últimos años se ha instalado un fenómeno preocupante entre los políticos hidalguenses: el desprecio por la prensa, la subestimación de los asesores de comunicación y una peligrosa comodidad para decir cualquier ocurrencia sin medir consecuencias. Esta tendencia no solo demuestra ignorancia del contexto mediático actual, sino también un profundo desdén por la ciudadanía a la que supuestamente representan.
Uno de los casos más escandalosos es el de Carolina Viggiano, quien en un arrebato verbal llamó “de nalgas prontas” a los priistas que abandonan el partido. No solo exhibió su falta de tacto político, sino que mostró rasgos de misoginia y homofobia al usar esa frase como sinónimo de traición o debilidad. Viggiano ha intentado enarbolar banderas feministas, pero siempre lo hace desde la contradicción: su plataforma electoral la construyó al lado de Margarita Zavala y Mariana Gómez del Campo, figuras del panismo conservador, ligadas más a los valores tradicionales que a las luchas de género.
El remate fue su reciente defensa pública de una profesora con denuncias por discriminación a menores de edad, tanto en el ámbito estatal como federal. El oportunismo político fue más fuerte que la empatía o la sensatez. En su intento por ganar reflectores, terminó minimizando las acusaciones en contra de una persona con responsabilidades frente a niños y niñas.
Otro ejemplo es el del senador Cuauhtémoc Ochoa, quien esta semana denunció supuesta “guerra sucia” al interior del Senado. Resulta irónico, considerando que durante su fallida aspiración a la gubernatura en 2021 él mismo operó campañas de lodo en medios nacionales, aunque con escasa eficacia mediática, según dicen los expertos. Su reciente queja no solo suena a doble moral, sino que evidencia un error elemental de comunicación política: quien lanza piedras no debería tener techo de cristal. Tal vez el senador no necesita un asesor… tal vez lo que necesita es memoria.
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Y en tercer lugar está el secretario de Gobierno, Guillermo Olivares, quien una vez más revictimizó públicamente a una niña desaparecida, insinuando que su salida del hogar fue voluntaria. Su declaración no solo fue insensible, también fue torpe y peligrosa. En temas delicados como las desapariciones, los funcionarios tienen la responsabilidad de comunicar desde la perspectiva de la víctima, no desde el prejuicio ni la negligencia institucional.
Este desprecio por la comunicación profesional no es menor. Habla del tipo de liderazgo que tenemos: uno que prefiere la grilla interna, los micrófonos abiertos y la desinformación, en lugar de articular narrativas responsables, claras y empáticas. Mientras siga ese desdén por los profesionales del mensaje, Hidalgo seguirá anclado a una clase política sin altura, sin filtro… y sin brújula.
mho