Júbilo y patriotismo desbordan el Zócalo en último grito de AMLO

Un Grito con sensación de adiós. Sí, fue la última ocasión que el presidente Andrés Manuel López Obrador salió al balcón, ante la plaza, ese espacio que fue suyo por los últimos cinco años.

Como colofón de su mandato y en un acto de simbolismo, fue la despedida de ese pueblo que le correspondió con gritos, llantos, mensajes y el tradicional estribillo: “¡Es un honor, estar con Obrador!”, que se repetía una y otra vez.

A las 11 en punto de la noche, como marca la tradición, el mandatario asomó al balcón central de Palacio Nacional, acompañado por su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, para honrar a los héroes y heroínas de la Independencia.

La gente, que por horas esperó en el Zócalo este momento, hizo evidente su júbilo y al grito de “¡Presidente, Presidente!”, recibió al mandatario.

Ante un Zócalo a reventar y plagado de los colores tricolor, que se mezclaron con miles de pejeluches, llaveros con la imagen del mandatario, amlos de cartón y toda la parafernalia que la creatividad mexicana ha creado con la figura del tabasqueño; así como con carteles en los que la gente manifestó su cariño por el titular del Ejecutivo.

La plaza llena se le entregó, como lo ha hecho desde hace años. Es el primer presidente al menos en siete décadas que encabeza su último Grito sin silbidos de desaprobación, gritos de rechazo ni mentadas. Las encuestas lo ubican con más de 70 por ciento de aprobación a sólo 15 días de concluir su gobierno.

El júbilo se expresó en un torrente que cubrió la plancha del Zócalo de la Ciudad de México. El griterío de las miles de personas que se congregaron en este histórico sitio -punto neurálgico no sólo de la vida política del país, sino del nacionalismo y la protesta social- subió sus decibeles tan sólo al verlo posarse con el lábaro patrio y la banda presidencial ante una plancha atestada.

Esa plaza a la que llegó tras el éxodo por la democracia en enero de 1992: en la que entró al ser triunfador de la elección para jefe de gobierno en diciembre de 2000, la que lo arropó cuando el desafuero, la que día a día lo escuchaba y donde se plantó tras acusar un fraude electoral en 2006, desde donde encabezó al movimiento que se opuso a la reforma energética y hasta la que por años se le cerró. La plaza que lo vio celebrar su triunfo en julio de 2018 y que en diciembre de ese año lanzó sus compromisos como mandatario.

Vinieron los vivas, las arengas para honrar a quienes “nos dieron patria y libertad”.

Fueron 24 arengas (24 vivas y cuatro mueras). Un viva en principio a la Independencia; los vivas a Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Leona Vicario, José Maria Morelos, Vicente Guerrero; a las heroínas y héroes anónimos, a la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia, a nuestra soberanía; también a la fraternidad universal.

Hizo un alto para lanzar los “muera”: la corrupción, la avaricia, el racismo y la discriminación.

Siguieron vivas al amor, a los trabajadores mexicanos, “que son de los mejores del mundo”, a los migrantes, a los pueblos indígenas, a la grandeza cultural de México, a todas y todos los mexicanos; y cerró con un “¡Viva la Cuarta Transformación!” Para finalmente dar paso a los tres “¡Viva México!”

Hizo soñar por última vez la histórica campana de Dolores, esa señal con la que hace 214 años inició la revuelta que concluyó con la declaración de Independencia once años después. Vino al himno nacional.

Cumplido el protocolo patrio, el mandatario regresó al interior de Palacio Nacional para entregar la bandera a la escolta.

De inmediato retornó al balcón para disfrutar, junto a su familia, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, los integrantes de su gabinete e invitados especiales del habitual espectáculo de pirotecnia.

El presidente se posó en el balcón central, mientras el resto en los balcones del extremo izquierdo del histórico inmueble. En el más cercano, la futura mandataria, los secretarios de la Defensa y la Marina, Luis Cresencio Sandoval y José Rafael Ojeda; el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres; y la jefa de gobierno electa, Clara Brugada.

Conforme se acercaba el final, el estribillo se escuchó con más fuerza: “¡Es un honor, estar con Obrador!”. Una joven cumpleañera, el 15 es su día, no pudo contener las lágrimas al saber que la de esta noche fue la última ocasión que el tabasqueño se posaba en la plaza, ante miles de personas en un adiós previo al retiro.

Concluida la pirotecnia, el presidente alzó la manos a todo lo alto en señal de adiós y también lanzó abrazos a los miles que lo ovacionaban. “¡Presidente, Presidente!” , “¡Es un honor, estar con Obrador!”

Fue una larga despedida. Aprovechó para voltear a ver a Sheinbaum, la señaló con el índice de su mano derecha, y ella correspondió con la misma señal.

El grito entonces entre la gente cambió: “¡Presidenta, Presidenta!”, ¡Si se pudo, si E pudo!”.

López Obrador se tomó su tiempo para ir al interior del Palacio, como aferrándose a ese último adiós de esta plaza, su plaza, la que lo arropó hasta esta última aparición en ella frente a miles de personas.

Un mensaje final se proyectó sobre las paredes superiores a todo lo largo del Palacio Nacional, el que el mandatario deseó dejar al país: “Gracias México”.

Por: Emir Olivares y Néstor Jiménez

Fuente
La Jornada
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