Si ya existe una larga estela en cuanto a la trayectoria de Jaime López como músico, en una demostración de otro talento, del que ya teníamos algunas evidencias previas, ahora da un manotazo sobre la mesa tabernera como un excéntrico poeta al que le atraen expresiones diversas y separadas por épocas, tradiciones y latitudes.
Quien hubiera imaginado que le sedujera esa japonesa forma breve del haiku, quizá hubiera sido más lógico hallarlo cercano a la tradición española, pero no recurriendo a la rima, un recurso que parecería dormir el sueño de los justos a estas alturas de la historia literaria.
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Pero este tamulipeco-chilango, o quizá deberíamos decir nordaka por invención, acometió sobre ambas vertientes imprimiendo su propio sello y haciendo que las normas poéticas se adapten más bien a sus designios y elecciones. Es por ello que me parece oportuno mostrar algunos de estos poemínimos nombrados como seres unicelulares, pero de correosa y picosa naturaleza. He aquí unos fragmentos de Paramecio.
¡Hey, hai-ku-leros!
así saluda un pocho
japonés ñero.
No es que me turbe,
pero no encuentro un alma
en la gran urbe.
Cantautor dizque
es escritor que canta,
cantor que escribe.
Es así como López alude a la música, al amor, al tiempo, a la ciudad y a la escritura misma… temas que lo han acompañado por muchos años, pero ahora desde una estricta brevedad poética que nos muestra a un autor estudioso de distintas formas de escritura y a un tipo valiente a la hora de hacerlas suyas y traerlas hasta su lecho para cohabitar.
Guardando las distancias, quise celebrar la aparición de paramecio & El cantar de Casimiro dedicándole unas poquitas coplas, que esperemos no hayan quedado tan terribles… regresar a aquellas formas que parecían olvidadas es todo un reto.
Es gran dilema el versar
y más para Jaime López
trovador del arrabal.
Acá, la chilanga es banda
no le gustar escatimar
si es menester celebranza.
Desde Matamoros a la capirucha
llego para cancionar
historias de madrugada
pa’ a las brujas descarriar
Querreque de nacimiento
del barrio se hizo rockero
y por soltar unos blues
le llaman el pregonero.
Vaya incursión la de Katakana Editores, de reunir aquí al menos dos libros que son muchos libros y entregan a un Jaime López atento observador del mundo y de sus cosas y capaz de sintetizarlas con enorme tino.
Pero no sólo fue escribiendo esos belicosos paramecios, en El cantar de Casimiro consigue una voz que es alter ego para evocar, inventar y reconstruir una vida que puede ser tantas otras vidas; por eso es que lo podemos acompañar en un amplio recorrido por la saga histórica de Zegatón Casimiro, que se remonta a camas ilustres, a romances polvorientos que comienzan a bordo de un autobús, a calenturas varias que ocurren en antros casi perversos.
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Saltamos de las conservadoras sociedades de antaño hasta correrías que ocurren en el campo y que contienen amores e iniciaciones entre un jovenzuelo y una bruja… de la pasión a la alquimia en un viaje que va creciendo en su estructura… vamos a cuartetos a sextetos para rematar en décimas que van mostrando el periplo de un personaje que brota y rebosa de y en la cultura popular.
Jaime López siempre ha embriagado al lenguaje… popular, canalla, barriobajero… sólo que esta vez no hizo canción sino poesía; nos entrega una gran tanda de gambetas verbales y acercamientos carnales sobre papel –cuzco como es él-.
Jaime López cancionero ñero… compositor severo, amante andariego y ahora versador postrero.
mho
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