Regreso a Yuval Noah Harari cuando pregunta: ¿cómo pueden los políticos de carne y hueso tomar decisiones económicas si el sistema económico está cada vez más controlado por la IA y el sentido mismo del dinero va camino de depender de algoritmos inescrutables? ¿Cómo pueden las democracias mantener un debate público sobre cualquier asunto – ya sea sobre economía o sobre cuestiones de género- cuando ya no podemos saber si estamos hablando con otro humano o con un charbot disfrazado de humano? (Nexus, Debate, 2024).
Hubo respuesta al historiador y filósofo israelí en la Cumbre de Acción sobre Inteligencia Artificial hace unos días en París, copresidida por Francia e India con la participación de más de cien países y la presencia de líderes y organizaciones internacionales, representaciones académicas, de investigación y de la sociedad civil.
Así puede interpretarse la “Declaración sobre la inteligencia artificial inclusiva y sostenible para las personas y el planeta”, ahí emitida, donde se enuncian seis prioridades para la IA: Promover la accesibilidad para las brechas digitales; garantizar su apertura, inclusión, transparencia, ética, seguridad y confiabilidad, considerando los marcos internacionales; hacer próspera su innovación haciendo posibles las condiciones para su desarrollo sin concentración del mercado impulsor de la recuperación y el desarrollo industriales.
Y: fomentar su despliegue para moldear positivamente el futuro del trabajo y los mercados laborales y ofrezca oportunidades para el crecimiento sostenible; hacerla sostenible para las personas y el planeta; y reforzar la cooperación internacional para promover la coordinación en la gobernanza internacional.
Para cumplirlas, la Declaración compromete seis acciones: la Plataforma e Incubadora de Interés Público; el debate internacional respecto del medio ambiente, y un observatorio sobre el impacto energético con la Agencia Internacional de la Energía; creación de una red de observatorios para anticipar implicaciones en el mercado laboral.
Dos muy importantes: una reflexión mundial sobre la afectación en diversos ámbitos incluido el derecho de los derechos humanos, y un diálogo mundial sobre la gobernanza de la IA y un Grupo Científico Internacional Independiente para alinear esfuerzos, asegurar complementariedad y evitar duplicación.
Además: abordar riesgos para la integridad de la información y trabajar en la transparencia; atender los próximos hitos en la materia surgidos de foros internacionales y, adoptar medidas concretas para hacerla sostenible e inclusiva.
Con la abstención de los Estados Unidos – previo discurso de su vicepresidente contra la excesiva regulación – y de la Gran Bretaña, la declaración fue adoptada por sesenta países, incluido México, representado por nuestro embajador para Tecnologías Emergentes Ulises Canchola, en un ambiente donde el liderazgo evidente fue del presidente anfitrión Emmanuel Macron. La Unión Europea anunció una inversión de 200 mil millones de euros.
Preocupa la falta de información de la presencia mexicana en la Cumbre, tanto en las redes como en sus portales, de las secretarías de Relaciones Exteriores y de Ciencia, Tecnología e Innovación no obstante haberse reconocido en ese marco dos proyectos mexicanos: LeyOlimpiaIA y AI2ProtectTheJaguar entre cincuenta premiados de los 770 presentados a la convocatoria del Paris Peace Forum.
Urge colocar la IA en las agendas locales saturadas por lo urgente y colmadas de intrascendencia, a riesgo de llegar otra vez tarde en esta vertiginosa carrera de la cual nadie exenta.
Apuremos desde las regiones atención al reto para la humanidad planteado por los científicos argentinos Mariano Sigman y Santiago Bilinkis (Artificial, la nueva inteligencia y el contorno de lo humano. Debate,2024): “Las IA resuelven todo tipo de problemas mejor que cualquier humano porque acceden a atributos que son efectivos para el problema que las máquinas intentan resolver.”