Hermelinda y el trabajo en el hogar 

Lo cierto es que…

Desde que éramos niñas, mis hermanas y yo, sabíamos que mamá, además de papá, saldría a trabajar, por la mañana y por la tarde. Por trabajar fuera de casa requería ayuda para que en el hogar alguien más realizara los trabajos de cuidado y limpieza. 

Sin más, nosotras sabíamos que era así y nos acostumbramos, incluso, a ayudar en las labores domésticas y a cuidarnos entre nosotras. 

Una tarea tenía papá: servirnos la comida y, muchas veces, también hacerla. Nosotras hacíamos el agua de limón e íbamos por las tortillas y cosas así. 

Por muchos años tuvimos apoyo de una trabajadora doméstica que, lo recuerdo muy bien, le llamábamos “la muchacha”, pero, sin duda, era nuestra compañía. Si no éramos amigas, sí fue a quien respetábamos e incluso con quien jugábamos. 

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Pero hubo una, Hermelinda, -ya saben que siempre hay una que deja una huella más grande-, que trabajó con mi abuela Regina, luego con mi madre y llegó a trabajar conmigo durante mi embarazo. 

Hermelinda llegó a la ciudad de Puebla desde el interior del estado, desde muy joven. Se “acomodó” en una casa para trabajar como sirvienta y así fue como conoció a la familia. Ella, delgada, ojos claros y saltones, trenza a la espalda y hablar muy rápido, todo el tiempo andaba de acá para allá en la casa, la tenía limpia, hacía la comida y además cuidaba que hiciéramos la tarea. ¿Cómo podía hacer todo eso en un solo día? Ahora me doy cuenta de que en la casa siempre hay cosas qué hacer y que siempre se vuelve a empezar al día siguiente. 

Ella era sabia, tenía todas las respuestas y la risa para encarar el cansancio. En la noche se iba a su casa a cuidar a sus hijos, a darles la cena y ver que se fueran a la escuela por la mañana. Y así todos los días, con excepción de sábado y domingo, pues las tareas nos tocaban a nosotras, las mujeres de la casa, pero he de decir que mi padre siempre se integraba a las labores domésticas, nunca ha dicho que no, que si porque es hombre y esas cosas. De alguna manera él nos ha enseñado que tod@s en casa debemos tener una tarea. 

En estos días en que se habla de trabajadoras domésticas, trabajadoras del hogar y ahora ya únicamente “trabajadoras” recuerdo a Hermelinda, a María y otras mujeres que nos ayudaron en la casa para hacer más llevadero el día, para empezar con mi mamá que salía a trabajar, y luego para el resto de la familia que se las tenía que arreglar y aprender a que cada quien colaboraba en el orden y la limpieza de nuestro espacio. 

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Ahora sé que, desde 1983, el 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico, para señalar que las trabajadoras tienen derechos, como seguridad social, vacaciones, retiro, sueldos y otros aspectos. 

De acuerdo con la información de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), las mismas trabajadoras se empezaron a organizar y lograron que en 2019 diera inicio el Programa Piloto para la Incorporación a las Trabajadoras del Hogar a la Seguridad Social del IMSS, ordenado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). 

Hasta hoy, sólo se han hecho 49 mil 482 inscripciones, es decir, solo el 2 por ciento de los más de 2.2 millones de personas que se dedican a las labores del hogar remuneradas, según lo que se tiene registrado. 

Lo cierto es que… hubiese querido que Hermelinda y todas las trabajadoras tuvieran cumplidos sus derechos, pero estoy segura de que les dimos buenos tratos mientras estuvieron en casa. Hoy debemos protegerlas con más ahínco. 

twitter@AidaSuarezCh 

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Aida Suárez

El periodismo es mi vida. Tengo cuatro libros sobre periodismo cultural que abordan el tema de migración. Me gusta la lectura, el cine y la música es mi pasión. Mi mascota es un colibrí que me saluda todas las mañanas desde la ventana.