Guía ética
El camino y el caminante
El Gobierno Federal ha presentado un documento intitulado “Guía ética para la transformación de México”, texto que en 20 postulados busca promover entre los ciudadanos “valores culturales, morales y espirituales” basados estos en valores universales. Para Puig, se pueden considerar como tales, aquellos “suficientemente seguros y defendibles más allá de las circunstancias y creencias propias de cada persona”. El presidente de la República anuncia que se distribuirán 10 millones de ejemplares entre la ciudadanía. Más allá del contenido de la guía mencionada, sería muy valioso que la publicación genere un amplio debate sobre una ética para el siglo XXI.
Los valores éticos son principios de conciencia con los que una persona siente un compromiso y suelen manifestarse en nuestra concepción de la vida, forma de pensar y sentir, actitudes y conductas. Los valores no surgen en lo abstracto, suelen construirse en la relación del individuo con su contexto social, histórico, cultural. Los seres humanos somos gregarios, nacemos, vivimos y morimos en una comunidad; esta condición, nos ha llevado a través de la historia humana a construir una gran cantidad de reglas, normas, valores, leyes que favorezcan la co-existencia.
En los recientes milenios, las normas morales se fundaron, casi en su totalidad, en el puro mandamiento divino; en occidente, las religiones monoteístas como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, mantuvieron por milenios la autoridad total sobre la conducta moral. Fue hasta el renacimiento, iniciado en el siglo XIV cuando se realizaron profundas transformaciones ideológicas, filosóficas, religiosas, económicas, políticas y sociales. Hasta el renacimiento, los dioses eran centro y razón de todas las cosas; en esa época, Dios no perdía su papel predominante pero ya no era la respuesta a todos los problemas; tal vez la aportación humanista más valiosa de esa época, fue sustituir la verdad suprema indiscutible: el dogma, por la reflexión en torno al hombre, postulando la idea de un ser humano pensante y autodeterminado.
Dando un salto al presente, el siglo XXI nos presenta una gran cantidad de posibilidades, retos, desafíos y dilemas éticos. ¿qué tipo de ciudadanos requerimos formar para este siglo? En un mundo globalizado ¿qué valores pueden generar una coexistencia digna para todos? los avances de las tecnociencias y sus beneficios instrumentales coexisten con una distancia cada vez mayor entre ricos y pobres; el bienestar de millones se confronta con la lucha por la supervivencia de miles de millones de seres humanos. En algunos países es notorio el aumento en el promedio de vida de sus habitantes y en otros, millones se ven forzados a la migración. En la parte oscura de la modernidad observamos fuertes amenazas como lo son, entre otras: una catástrofe ecológica, el desplazamiento del trabajo humano sustituido por la robótica, guerras por el agua, resurgimiento de nacionalismos y la siempre latente posibilidad de una destrucción nuclear.
¿Podremos generar una ética laica compartida que nos brinde esperanza para el presente-futuro? Pienso que un buen punto de partida es empezar por respetar la ley y adoptar sin reservas la declaración universal de los Derechos Humanos. Fomentar la otredad, asumir que somos seres en relación, ver al otro, al diferente, como un legítimo yo, comprender, como escribía Octavio Paz: “para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”.
Para finalizar, creo que pensar éticamente implica pensar en el por-venir, en los hombres de hoy y en los que llegarán mañana, apostar con entusiasmo por la vida y el mundo que co-construimos. Si con Heidegger podemos asumir que somos seres para la muerte, con Levinas podemos decir que somos seres-para-aquello-que-viene-después-de-nosotros.