Escucha, observa
El Surtidor
El 29 de marzo de 2010, Guillermo Fadanelli escribió en su columna “Terlenka” del diario El Universal, lo siguiente: «Escucha, por cada buen libro que pueda yo sugerirte, tú escucharás toneladas de basura en los medios, en un día verás más aberraciones que las que un hombre de la Edad Media pudo haber visto durante toda su vida, serás víctima de los consejos más estúpidos por parte de las personas más necias que hayan existido jamás y quedarás tan aturdido que ni el mejor escritor del mundo podrá sacarte de tu marasmo. Así que mejor me abstengo y no te recomiendo nada. No veo caso en añadir más lodo al pantano. Ningún libro podrá oponerse a la avalancha de necedades que nuestra época ha preparado para ti. Y si un día te das cuenta de ello estarás tan hundido en el estiércol que tus pies no tocarán la tierra y sentirás que flotas dentro de una atmósfera tibia y evanescente. ¿Qué tal? A mí me parece un espléndido futuro, una suerte de vía rápida hacia la nada, un buen modo de existir sin sentirse culpable. Ningún filósofo vendrá a quitarte la venda de los ojos ni a mostrarte el camino pues están ocupados en sus propios asuntos. Por lo demás, ellos escriben en publicaciones especializadas que no van a llegar a tus manos, y es mejor que así sea pues de lo contrario no comprenderías nada y acumularías más odios contra personas que no conoces».
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He regresado a este pasaje que anoté en una libreta hace casi una década, ahora que observo que mucha gente está demasiado ocupada emitiendo su opinión sin sentido en temas tan triviales como profundos. Cada día nos enfrentamos a la traducción del código moral chino del Santai, pero la inversa: sí decimos, sí vemos, sí oímos e incluso de más.
Estamos tan acostumbrados a opinar de casi todo, a mirar las peores atrocidades, a escuchar el llanto del mundo; pero también y aquí se encuentra nuestra otra postura, vivimos tan valerosos de alzar la voz, pero en redes sociales, a hacer visibles las injusticias, escuchamos y repetimos las arengas de los activistas. ¿Y luego? Nada ocurre. O eso pareciera.
El significado del tema de las esculturas de los tres monos (San saru) es complejo y diverso; así como para la élite intelectual se encontraban relacionados con el mencionado código filosófico y moral Santai, entre el pueblo el sentido era «rendirse» al sistema, un código de conducta que recomendaba la prudencia de no ver ni oír la injusticia, ni expresar la propia insatisfacción, sentido que perdura en la actualidad en algunos casos. Es decir, obra de ida y vuelta.
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Por tanto, al igual una conclusión a la que podríamos llegar sería pedirnos (vuelvo al mismo Fadanelli) “no creer en nada de lo que te dicen, desconfiar de quienes creen poseer algún tipo de conocimiento absoluto. Detrás de cada persona que cree detentar algún tipo de verdad se esconde un ser inseguro que no podría siquiera fundamentar la milésima parte de lo que dice. Actuamos sin comprender del todo las razones que nos llevan a realizar dichas acciones y no hacemos sino pensar lo que de todos modos tiene que ser pensado. Somos presa de una fuerza que nos rebasa y nos lanza al vacío. De modo que mejor siéntate y trata de no molestar a nadie con tus opiniones o tus juicios» O mejor aún, habla de lo que sabes, escucha y observa, siempre.