Entre el desencanto y la responsabilidad: razones para votar el 1 de junio

Entre el desencanto y la responsabilidad: razones para votar el 1 de junio

ALAMEDA

Redacción
Mayo 27, 2025

La reforma judicial ha dividido opiniones. No es para menos: representa un cambio profundo en la manera en que se elige a jueces y magistrados, tocando uno de los pilares de cualquier democracia funcional. Para algunos, es una oportunidad histórica de democratizar el Poder Judicial; para otros, un riesgo serio que puede abrir la puerta a la captura política de la justicia. Y ambas posturas tienen razones válidas.

En mi caso, tengo dudas y certezas. Me preocupa que la elección por voto popular, en un país donde el acceso a información no es igual para todos, termine premiando la popularidad y el acceso a estructuras antes que la capacidad. Me preocupa también que la partidocracia, esa misma que muchas veces ha corrompido otras instituciones, vean en esta reforma un nuevo botín. Me preocupa, sobre todo, que lo que debió ser una reforma profunda —una que atendiera de verdad la impunidad, el clasismo y la revictimización— haya quedado reducida a un cambio de mecanismo de selección.

Pero también reconozco que el Poder Judicial, como lo teníamos, estaba lejos de ser ejemplo de independencia o de justicia social. Las élites judiciales han vivido, durante décadas, en una burbuja de privilegios, protegidas por una narrativa de “mérito” que muchas veces ha servido más para blindarlos que para evaluarlos. Ha habido corrupción, ha habido parcialidad, ha habido impunidad desde adentro. Y muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras por la autonomía judicial, guardaron silencio durante años ante los abusos de toga y birrete.

Es decir: el sistema no era bueno. Solo era opaco. Y eso no es sinónimo de independencia.

Dicho esto, lo que se va a votar este 1 de junio ya no es la reforma, sino sus consecuencias. La boleta no pregunta si estás de acuerdo con el modelo. Pregunta a quién quieres ver ocupando esos nuevos espacios de poder. Quienes decidan quedarse en casa con la idea de “no legitimar” el proceso, deben saber que la política no funciona como una encuesta moral. La abstención no se interpreta como protesta, se interpreta como desinterés. Y en política, el vacío se llena. Siempre.

Votar en este contexto no es un aval ciego. Es una forma de responsabilidad política. Es reconocer que el nuevo tablero existe, nos guste o no, y que hay que disputar su configuración. Porque de nada sirve denunciar el riesgo de politización del Poder Judicial si se deja el camino libre a quienes, sin escrúpulo alguno, ya se están organizando para controlar ese nuevo poder.

Yo voy a votar. No porque esté de acuerdo con todo. No porque me parezca perfecta la reforma. Voy a votar porque la democracia no se construye desde la abstención, sino desde la participación crítica. Porque hay momentos en los que uno tiene que tomar postura, no para aplaudir, sino para evitar que todo se descomponga más.

Y porque en política, como en la vida, la omisión no es neutralidad. Es dejar que decidan otros.

mho