Elecciones 2021

El camino y el caminante

Está terminando el año 2020 y nosotros, seres humanos tendidos al futuro, ya estamos imaginando cantidad de escenarios para el 2021; damos por hecho que controlaremos la pandemia y que seguiremos adelante, dispuestos a seguir enfrentando la incertidumbre que experimentamos desde que fuimos arrojados al mundo. En nuestro país, un tema que surge en casi todas las reuniones, es del de cómo será el proceso electoral, si habrá alianzas entre partidos, quienes serán los candidatos y quién ganará las elecciones. Las autoridades electorales nos informan que será el más grande de los procesos, pues elegiremos 15 gobernadores, 500 diputados federales, la mayoría de los congresos locales y casi dos mil ayuntamientos, no es poco el espacio de poder que estará en juego.

La mayoría de los ciudadanos comprendemos que la imperfecta democracia nos permite, a través del sufragio universal, incidir, en el presente-futuro común, en el tipo de gobierno que queremos y en el rumbo que tomará nuestra vida en sociedad. Los ciudadanos tenemos muchas razones y argumentos para desconfiar y cuestionar a las instituciones públicas, a los tres poderes de la unión, partidos y actores políticos en general. Sabemos que vamos rumbo a una elección y solemos vivirla entre la desconfianza, apatía, enojo, frustración y una pequeña dosis de esperanza en que la vida sea un poco mejor. Agustín de Hipona, mejor conocido como San Agustín, en el siglo V de nuestra era, ya intentaba una explicación para poder vivir entre las enormes contradicciones de lo que somos y de lo que soñamos con ser; “podemos esforzarnos en tender al ideal – escribía -pero no esperemos alcanzarlo”. “Buscar, por lo tanto, es lo mejor que el hombre puede hacer en un mundo fracasado”, concluye John Lewis. El obispo de Hipona construye la metáfora de la ciudad de Dios y la confronta con la ciudad del hombre; la primera representa la verdad espiritual y la segunda la decadencia y el pecado humano. Sugiere que ambas ciudades se encuentran mezcladas, confundidas en esta vida terrestre hasta que las separe el juicio final. Propone separar a la Iglesia y al Estado.

Mil años después, en el siglo XV, surge la figura de Maquiavelo y con una enorme dosis de pragmatismo, sin las dudas de Agustín sobre los fines y los medios, argumentando nuestro libre albedrío nos dice que en el terreno humano, Dios no puede hacerlo todo, que nos toca hacer nuestra parte. En sus consejos para el príncipe, olvida que la política puede ser un instrumento al servicio del hombre, que le permita realizarse; borra casi todo vestigio de que la política en su versión humanista tiene como fin al hombre. Maquiavelo, eligiendo una moral utilitaria, se dirige a quien ejerce el poder, lo conmina a buscarlo, acrecentarlo, conservarlo, a “hacer lo necesario cuando sea necesario” a concentrarse en los medios, mismos que subordinarán al hombre hasta convertirlo en un mero instrumento al servicio del poder. Propone también, que los hombres que ejercen el poder deben controlarse entre ellos mismos, mediante el equilibrio de poderes. Esta sencilla idea fue la semilla que permitió que pensadores subsecuentes construyeran las ideas que generaron el Estado moderno.

Ha iniciado el proceso electoral y los ciudadanos ya sabemos que los ideales no pueden alcanzarse en su totalidad, que debemos navegar entre las contradicciones de nuestra condición humana, que habremos de elegir entre dos polos. Observaremos a partidos y candidatos proponernos fines superiores mientras tratarán de justificar los miserables medios que estarán dispuestos a utilizar para obtener el poder político, pero no, no estamos indefensos, contamos con el poder de nuestro voto para buscar el mejor camino y profundizar en los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. 

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Natividad Castrejón

Mi profesión, la terapia y la educación; mi afición, la literatura; mi pasión, la política; me encanta el bosque y amo correr.