Las amenazas del presidente de Estados Unidos contra el comercio con México y Canadá nos recuerdan el viejo refrán: “El valiente vive hasta que el cobarde quiere.” Durante años, muchos gobiernos y actores económicos han confiado ciegamente en acuerdos establecidos, olvidando que las relaciones internacionales no se sostienen únicamente con tratados, sino con la voluntad de las partes de mantenerlas.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha manejado esta situación con la cabeza fría que se necesita en momentos de incertidumbre. Frente a un mar de información y reacciones impulsivas, su postura prudente es digna de reconocimiento. Sin embargo, mantener la calma no basta; también es necesario ser creativos para reducir nuestra dependencia de un vecino que, desde hace tiempo, dejó de actuar como el aliado confiable que se presumía en el siglo pasado.
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México debe diversificar su estrategia comercial y tomar nota de cómo otras naciones han enfrentado a grandes potencias. Por ejemplo, China ha abierto sectores competitivos al comercio internacional mientras protege áreas estratégicas, asegurando un balance que refuerza su autonomía. México tiene la capacidad de hacer algo similar: identificar nuestras fortalezas, proteger lo esencial y buscar nuevos mercados donde podamos crecer sin estar a merced de decisiones unilaterales del norte.
Estados Unidos ha mostrado su lado más arrollador, e incluso racista, en su política hacia México. Mientras sigamos dando concesiones sin recibir el mismo nivel de reciprocidad, solo fortaleceremos una relación desigual que nos coloca en desventaja.
A lo largo de nuestra historia, México ha enfrentado crisis y abusos, y hemos demostrado nuestra capacidad de resistencia. No es la primera vez que la relación con Estados Unidos se tensa, pero la lección aquí es clara: no podemos seguir dependiendo de un vecino que, más allá de sus palabras, ha dejado de ser un verdadero socio.
El reto es grande, pero no imposible. Si México toma la decisión de diversificar, proteger sus intereses estratégicos y explorar nuevas alianzas, no solo enfrentaremos esta crisis, sino que también construiremos un camino hacia una relación comercial más equilibrada y un futuro más seguro.
Off the Record
Mientras los gobiernos se esfuerzan en proyectar una imagen de compromiso con los derechos de las mujeres, una pregunta surge de manera inevitable: ¿de qué sirve la simulación cuando las cifras y los casos reales siguen exponiendo la vulnerabilidad que enfrentan las mujeres día tras día?
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Más que desplegar campañas grandilocuentes o mensajes en redes sociales, sería preferible contar con políticas públicas efectivas y claras, que no solo se queden en el discurso. Protección real, justicia rápida y equitativa, y un entorno donde las mujeres puedan desenvolverse sin miedo, deberían ser el centro de atención.
Si los gobiernos decidieran abandonar la simulación feminista y realmente enfocarse en construir entornos seguros, las acciones hablarían por sí solas, y no habría necesidad de campañas vacías para demostrar que se está trabajando. Al final, no se trata de parecer que se hace, sino de hacer que las mujeres vean y sientan el cambio.
MHO
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