Es imposible quedarse indiferente ante el asesinato de seis personas el pasado miércoles en Mineral de la Reforma. Lo primero que uno busca ante un hecho de esa magnitud es una explicación más o menos racional, para saber qué es lo que está pasando en la periferia de la capital hidalguense, en donde cada vez con mayor frecuencia suceden homicidios de alto impacto.
El más reciente hecho de violencia llamó poderosamente la atención porque el autor fue un expolicía de Mineral de la Reforma, quien apenas en noviembre obtuvo su libertad condicional luego de que su expareja le otorgó el perdón, quién sabe bajo qué circunstancias.
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Sin ser experto en procesos judiciales ni en derecho penal, lo primero que salta a la vista es que hay una falla evidente en nuestro sistema de justicia que permite que alguien como Marco Antonio M. G. pueda salir con esa facilidad de prisión después de violentar a su pareja, y que además haya podido ser parte de una corporación policiaca cuya misión es precisamente salvaguardar a la ciudadanía.
Resulta obligado preguntar qué clase de filtros hay en las corporaciones policiacas para que alguien, como el citado multihomicida, pueda burlar todos los controles y literalmente colarse para trabajar como policía, aunque sea un asesino en potencia. Este caso debería orillar a las corporaciones municipales y estatales a revisar qué está pasando en sus procesos de reclutamiento.
Pero, por otra parte, vale la pena reflexionar sobre la realidad de Mineral de la Reforma y otras zonas urbanas de la periferia de Pachuca. Algo pasa ahí con el tejido social, que debería llevarnos a reflexionar y a hacer un plan para restituirlo.
¿Qué recomiendan los expertos para disminuir la violencia? Algunos hacen énfasis en la prevención y creo que es ahí donde debemos poner el acento como sociedad.
Una estrategia que suena conocida por estar en el discurso del actual gobierno federal es la de atender las causas estructurales de la violencia, es decir, la desigualdad, pobreza y falta de oportunidades.
Para tal efecto se recomiendan programas de educación y empleo, invertir en educación de calidad y echar a andar planes de empleo juvenil para reducir el reclutamiento en el crimen organizado.
Pero creo que algo que le urge a Mineral de la Reforma es la necesidad de contar con espacios públicos seguros, así como el fomento de una cultura de paz y participación comunitaria.
Veo en Mineral de la Reforma una enorme mancha urbana donde los fraccionamientos se multiplican, pero sin que haya espacios para hacer comunidad. Y para eso serviría tener parques y centros comunitarios. Ahí se podrían fomentar espacios recreativos donde la comunidad pueda reunirse, practicar deporte y realizar actividades culturales. De eso carecen casi todos los fraccionamientos.
¿Qué es lo que pasa entonces? Lo que percibo es que los habitantes de esos interminables fraccionamientos se aíslan en sus casas, por lo que el espacio público está abandonado, ocupado por la oscuridad y la apatía, lo que a su vez abre paso a la inseguridad.
Hace ya varios años se echó a andar una estrategia interesante en el barrio de Cubitos, en Pachuca, donde vecinos participaron en el embellecimiento de sus calles mediante jornadas en las que se pintaron murales y bardas, lo que detonó la construcción de comunidad y un cambio en el ánimo de la ciudadanía de ese sector popular capitalino.
Creo que eso falta en Mineral de la Reforma: recuperar el tejido social, más allá de multiplicar el número de policías en la demarcación. Es un proceso que llevará tiempo, pero por algún lugar hay que empezar.
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