Crónica de prisiones

darDOS con garlito...

Garlito

La comarca minera, Real del Monte Pachuca, desde que comenzó la buena ventura y los laboríos ofrecieron riqueza, fue atracción para hombres fuertes, rudos, hechos a golpes de mazo y barreta, sin educación, con hambre, frío y ambición, así también a empresarios educados, ricos, poderosos, las diferencias sociales y económicas, abismales; pocas familias ricas y cientos de muertos de hambre, esclavizados bajo tierra, el aguardiente, las pendencias de cantinas y los pleitos a muerte degollados o perforados por las colas de gallo; tarea de hombres de gobierno, la seguridad a los ricos y sus bienes, obligó a crear una justicia torpe y un sistema carcelario de la época de El Conde de Montecristo.

Cárcel

Antes, cuando los mineros ricos, creaban sus cuerpos de seguridad y protección a sus metales. Crearon «Las Cajas», lugar donde se recopilaba el metal beneficiado y se resguardaba para ser llevado a México, los vestigios palpables el actual Archivo y Museo de Minería, las Cajas Reales, y la propia casa Rule; las penas para los crímenes de aquel entonces, eran severos, incluso se pagaba con la vida o reclusión con trabajos forzados, ¿dónde?, en las minas, el robo y más si era perpetrado en perjurio del minero rico (que también era del rey), las penas eran capitales, robar plata al patrón, significaba ser condenado a pasar el resto de su vida trabajando en los socavones, no solo ellos, criminales despiadados eran vendidos para ser esclavizados de por vida, nunca volvían a ver la luz del sol ni a usar ropa, sus penas podían transcurrir en días o años; la locura y la muerte eran bienhechoras.

Dolores y Rosario, eran las minas con mayor número de presos en su interior, dicen las crónicas que eran levantados a las cuatro de la mañana por un capataz despiadado, los hacían trabajar hasta las once de la noche, cargando cestas o costales de cincuenta kilos tramos de más de trescientos metros, el número de viajes eran cien por día cada uno de los presos, tal vez por eso las minas guardan un halo de misterio y tenebrosidad; ese sistema de reclusión permaneció por lo menos hasta la Independencia y dejaron de existir esos reclusos, la sede de la cárcel cambió a el conjunto arquitectónico del ex convento de San Francisco, justo a un lado del hoy Cuartel del Arte.

Cuartel del Arte/ Foto: Especial

Barrotes

A raíz de la Guerra de Reforma, esos predios fueron expropiados, en lo que hoy conocemos como la Plaza Aniceto Ortega, a espaladas del edificio Cuartel del Arte, ahí fue la Escuela Práctica de Minas en 1861, dejó de funcionar después de la intervención francesa, durante la Revolución fue Cuartel Militar y oficinas destinadas a las tropas de guarnición y la Cárcel General del Estado y Cárcel Municipal de Pachuca; el edificio contiguo, la actual Fototeca Nacional y el Centro INAH, fueron los comedores, patios y dormitorios de presos que tenían de vista el jardín y la hoy Plaza Bartolomé de Medina, conocida también como Casasola y antes Jardín de San Francisco, posteriormente Bellas Artes, un reducto olvidado por años y más aún cuando la mirada de los reos, te seguía en silencio mientras jugabas entre sus árboles.

Bellas Artes/ Foto: Especial

Recuerdo de niños, los confinados asomados a los barrotes de las altas ventanas nos llamaban en secreto y dejando caer un botecito amarrado a un lazo, unos pesos, pocos para comprarles cigarros, cerillos y a veces una vela, corríamos a la tienda hoy existente a un lado de la iglesia en la calle de Arista casi esquina con Hidalgo, adquiríamos el mandado y en ocasiones cooperábamos con unos dulcecillos o un chicle, con la mirada indiferente, como no dándose cuenta, los custodios del penal miraban, para nosotros una obra de caridad y nada decían; de vez en vez, por las tardes acudíamos a ese lugar para ver si alguno de los presos necesitaba unos cigarros, solo agradecían el favor y se perdían entre las penumbras de esas ventanas con barrotes en un edificio silencioso; eran los años 70´s y un día de 1975 a inicios de año, los reos estrenaron una nueva casa el hoy Centro de Reinserción para Adultos.

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Rolando García

Pachuqueño, periodista guionista, registrando la historia cotidiana de todos los días
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