Comunicación Política sin Ética: La Desesperación de la Oposición
SIN PROTOCOLO
En un torbellino de desesperación política, la oposición ha decidido embarcarse en una estrategia que dista mucho de la ética y la integridad periodística. En las últimas semanas, han intentado, sin pudor, asociar al presidente Andrés Manuel López Obrador con el narcotráfico, recurriendo a la publicación de artículos carentes de fundamentos en medios de renombre internacional como el New York Times, y haciéndose eco de estas acusaciones a través de la comentocracia en la televisión y radio nacionales.
Sin embargo, esta estrategia parece haber fracasado incluso antes de despegar, ya que los números de aprobación del presidente se mantienen firmes, inmóviles ante los embates de una oposición cada vez más desconectada de la realidad del pueblo.
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La ironía de esta situación no puede ser más evidente. La misma oposición que hoy intenta manchar la imagen del presidente con acusaciones infundadas es la que, en 2006, lanzó una campaña televisiva intentando retratar a AMLO como un peligro para México. Aquella estrategia, ya caduca y polvorienta, es un claro reflejo del estancamiento creativo y ético en el que se encuentra sumergida. Lejos de aprender de sus errores y buscar renovar su conexión con las bases, la oposición parece decidida a revolver los mismos argumentos que, ya en su momento, demostraron ser ineficaces.
Lo que esta estrategia revela no es solo una falta de ética en la comunicación política, sino una desconexión fundamental con las pulsaciones de la sociedad. Los diagnósticos de la oposición se gestan en escritorios alejados de las calles y de las necesidades reales de la gente. Se aferran a fórmulas antiguas, esperando que el poder caiga nuevamente en sus manos por arte de magia, sin entender que el mundo, y México con él, ha cambiado.
La credibilidad de la gente ya no se encuentra solo en los medios tradicionales ni en los discursos alarmistas y sin fundamento. La era de la información y el acceso a múltiples fuentes ha educado a una población que ahora ve con escepticismo las estrategias basadas en mentiras y difamaciones. La gente busca propuestas, soluciones reales a sus problemas cotidianos, no una novela de conspiraciones y difamaciones.
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A medida que nos acercamos a las elecciones de 2024, con la incrustación de personajes locales y el intento de mover los números de las encuestas, la oposición se enfrenta a un dilema crítico. ¿Continuará por este camino de desesperación y ética cuestionable, o encontrará la forma de reconectar con las bases, ofreciendo una alternativa real y constructiva? Por el momento, todo indica que no habrá mucho movimiento en su favor.
El espectáculo de la comunicación política sin ética no solo es deshonroso para quienes lo practican, sino que también subestima la inteligencia y el discernimiento del pueblo mexicano. Al final del día, las estrategias desesperadas solo demuestran una cosa: la falta de propuestas y visión para un México mejor. Y en ese vacío de liderazgo, la credibilidad se desvanece, dejando a su paso solo el eco de sus propias mentiras.