CANASTAS CUCURUCHOS Y BOLSAS

La activación económica en los últimos días de cada año es notoria, pese a que no a todos llega hay retribuciones monetarias que recibe la mayoría de los asalariados, el comercio sector más importante de ciudades como la capital del estado, donde salvo algunas empresas, la oferta de trabajo es en el área gubernamental; la iniciativa privada, -decisión de cada individuo-, de ingresar a uno de los más antiguos oficios, los mercaderes son ya una característica de los pachuqueños; en las compras de fin de año, podemos observar cómo cambian las costumbres de consumo y como se transforma la transportación de las mercancías.

Patita

El bajo poder adquisitivo de nuestro dinero y su ausencia en nuestros bolsillos y carteras, convierten a todos los asalariados en grupo vulnerable al que de vez en vez, se atienden sus apremiantes necesidades, el reflejo de la galopante pobreza del pueblo de México, pese a esfuerzos de nuevas maneras de administrarlo, se refleja en las compras y abundancia de ellas en lugares populares y de primera necesidad; son los mercados, donde se puede observar esa insistente contracción económica y los cambios en el consumo doméstico, para la celebración de fechas como el fin e inicio de un nuevo año; escenas de señoras cargando canastas llenas de mandado, bolsas y cucuruchos rebosantes, es cada vez menos, hace años el mandado se transportaba en canastas.

Amas de casa adquirían todos los ingredientes requeridos para la cena de fin de año, desde un guajolote vivo que en estas fechas es pavo, bacalao, angulas, jamones y aceitunas, por esas épocas rimbombantemente nombrados, productos ultramarinos, frutas para viejas recetas para una ensalada de nochebuena o un verdadero ponche mexicano, frutas para las piñatas, dulces y colación, un brandycito y sidra para los adultos; verdad es que no todos pero de acuerdo a sus posibilidades cada familia tenía la tradición de elaborar su cena de fin de año y se veía en las desbordantes y estorbosas canastas deambular por los pasillos estrechos del Primero de mayo, o el mercado Barreteros, hoy se prefiere ordenar la cena en un restaurante.

La cestería artesanía que se elabora en el estado de Hidalgo sufre una grave crisis desde hace años, las canastas eran herramientas necesarias para las compras, su entramado y tejido resistentes eran una artesanía única, arte utilitario popular mexicano, todas las señoras y mujeres que acudían al mercado, dicen los antiguos, usaban la canasta como un ingrediente de coquetería, souvenir nacionalista, las canastas hacían atractivas a las féminas, como la patita, diría Cri-Cri, discurso sexista, la canasta nunca se ha visto como un instrumento de opresión doméstica porque no lo es, si acaso de madre abnegada; otro envoltorio añejo, el afamado cucurucho casi desaparecido y ante la ausencia del uso de periódicos, su fin es contundente, papiroflexia mexicana, sencillo contenedor donde hace años se trasportaba cualquier tipo de mercadería comestible o no, todo un desafío llevar un cucurucho repleto, sin que se desarmara en el camino.

En viejas tiendas también, se utilizó el papel de estraza para empapelar artículos o el encerado, los abarroteros pachuqueños tenían gran destreza para envolver, papel engomado e incluso amarrar un cordelito para ajustarlo y llevarlo, bolsas de papel de todos los tamaños posibles, si el cucurucho era humilde la bolsa de estraza orgullosa y moderna; de esta época las inconfundibles bolsas de costal, que vinieron a sustituir las canastas tradicionales, bolsas de mandado con colores intensos y rayas blancas hasta que llegó la bolsa de plástico, polietileno, contaminante, sin personalidad, transparente, hoy sino son ecológicas, para llevar lo adquirido será en las manos; activación económica, costumbres de consumo y la modernidad renovando todo; vienen tiempos de renovación.

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Rolando García

Pachuqueño, periodista guionista, registrando la historia cotidiana de todos los días
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