Amistad y muerte alrededor de Ray Loriga

Amistad y muerte alrededor de Ray Loriga

CIRCO SÓNICO

Juan Carlos Hidalgo
Mayo 19, 2025

Una ganga en el tianguis madrileño de El rastro me hizo de la novela Cualquier verano es un final, escrita por Ray Loriga, una figura de culto asociada a la cultura alternativa de los años noventa, pero que ha hecho una carrera muy prolífica constituida por más de una treintena de libros -¡vaya cúmulo de escritura!-.

Hoy tiene 58 años, pero hace unos cuantos se decantó por una historia que se centra en la amistad entre Yorick y Luiz… muy intensa, apasionada, casi amorosa, pero sin rayar en lo sexual, eso le da particularidad a una relación entre un editor de libros infantiles ilustrados y un bohemio que se pasa la vida dándole rienda suelta a los placeres.

De hecho, se conocen en Nueva York, durante una gala del MET y terminan bebiendo en un bar de boxeadores y recreando una pelea legendaria del dueño. Luego saltaran por varias partes de Europa hasta recalar en un pueblecito portugués donde pasan cada verano del modo más relajado.

De Cualquier verano es un final habremos de recordar que Loriga cede a Yorick su experiencia personal de haber padecido un tumor cerebral, su extirpación y una crisis operatoria que lo tuvo un par de minutos prácticamente muerto. Ambos -autor y personaje- pasan por una complicada rehabilitación y terminan con sordera de un oído.

Un episodio de la vida real de Ray Loriga traspolado a una historia de ficción que se ocupa entonces de uno de los grandes temas del arte en general: la muerte.

Debo decir que el hecho de que Luiz decida incursionar en una clínica suiza dedicada a ofrecer la muerte asistida conectó muy fuerte conmigo, dado que el padre del personaje central de mi novela Ya no más canciones de amor también recurre a un centro de tal naturaleza y del mismo país.

En el caso de Cualquier verano es un final el nosocomio no lo parece, sino que semeja más bien un Spa new age, pues ofrece cabañas en un bosque a la orilla del Lago Constanza. Siempre me ha parecido una decisión superlativa cuando una persona trata de recurrir a la eutanasia y en el caso de Luiz es más impactante, ya que cuenta con buena salud, no tiene avanzada edad y más bien contempla la muerte casi por mero aburrimiento.

Muy al estilo de la película Las invasiones bárbaras, la muerte asistida se asume sin dramas, sin exaltaciones y se busca que ocurra de la manera más apacible que se pueda imaginar. Al final, Loriga deja abierta la decisión final de Luiz, quien tiene contratado el servicio y puede recurrir a él cuando le dé la gana.

En el caso de Ya no más canciones de amor, el padre -enfermo de cáncer terminal- si habrá de llevar a cabo su muerte, en esta otra novela ese acontecimiento queda como un paréntesis, pero es algo que provoca que Yorick diseñe también su propio finiquito mediante un complicado uso de gases durante una inmersión de buceo… imagina que su cuerpo quede sumergido y convertido en una obra de arte para los peces -aunque todo sea  un mero plan-.

Una y otra vez volvemos a la lección que nos dio Heidegger: el hombre es un ser para la muerte y hasta que no es totalmente consciente de que va a morir puede ser libre.

Encuentro muy consecuente que una persona decida planear minuciosamente su muerte y me parecen muy interesantes los centros que a ello se dedican -ofrecer paquetes de muerte como quien vende un viaje-. En modo alguno suena mal el perecer viendo el hermoso paisaje de un lago suizo.

Ray Loriga consigue que abordemos a la muerte desde distintas perspectivas y eso hace valedera a la novela… lo dicho, Cualquier verano es un final.

mho