Alerta roja: plagas arrasan con el 10% de los bosques de pino y oyamel en México
El 10 por ciento de los bosques de pino y oyamel de todo el país, que suman aproximadamente 65 millones de hectáreas, tienen plagas, principalmente la del descortezador (pequeños escarabajos) que de manera equivocada ha sido combatido en poco más de tres décadas con insecticidas altamente contaminantes y poco eficaces, afirmó el profesor del Instituto de Investigaciones Agropecuarias y Forestales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), Adolfo del Río Mora.
De acuerdo a la norma oficial mexicana de saneamiento forestal, a partir de 2017 se utilizan químicos para control de plagas de uso agrícola –no forestal- con el uso de sustancias como acetato de benzoate, emamectina, que matan insectos en la corteza del árbol, pero no dentro del tronco.
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Cada año, en nuestro país unas 10 mil hectáreas de bosque son afectadas por el descortezador, aunque oficialmente solo se reportan mil, porque no hay ningún control, incluso, dijo, con el cambio climático la primavera y el verano es más prolongado lo que le permite al descortezador subir a parte más elevadas, como es el caso de la montaña más alta de Michoacán que es el Pico de Tancítaro, donde ya hay presencia de esta plaga.
El especialista en parasitología y ex integrante del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias (INIFAP) sostuvo que las campañas contra el descortezador solo han sido paliativos y en el fondo saben que este método de control no funciona. “Marcan los árboles, los cortan, luego aplican insecticida, pero en el centro del tronco sobrevive el descortezador. Tiene que haber una revisión a nivel nacional tanto en el área de saneamiento como en toda la Comisión Nacional Forestal (Conafor)”.
Comentó que el 80 por ciento del bosque es ejidal y comunal, y solo el 28 por ciento cuenta con manejo forestal. Casi ningún pueblo originario cuenta con equipo para aplicar plaguicidas, a veces solo cortan los árboles para poder vender los troncos como madera muerta. “Hay síntoma de la presencia del descortezador, cuando la corteza del árbol comienza ‘a llorar’, es decir cuando se formar grumos de resina, pero ya cuando el pino muere las ramas adquieren un color amarillento, y en cada árbol plagado puede haber entre 2 mil y cinco mil insectos”, indicó del Río Mora.
El especialista en plagas de coníferas dijo que la norma oficial fue elaborada por una institución superior sin contar con el conocimiento suficiente, porque es evidente que el mejor controlador del descortezador ha sido el llamado caldo bosco, elaborado con sulfato de cobre, bórax y agua, que se aplica con un hacha a metro y medio del tronco o con un taladro y un atomizador, método utilizado en la década de los 70 y 80.
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Adolfo del Río dijo que la proliferación de plagas en los pinos y oyameles se debe al desequilibrio provocado por el hombre y agudizado por el cambio climático. “Los productores de madera, en su mayoría, no tienen buen manejo forestal, sacan primero los árboles de mayor calidad y dejan los menos fuertes, que es donde se desarrolla el descortezador”.
En la Meseta Purépecha ha ocurrido esta situación, sin contar la sobreexplotación de los recursos forestales que han acabado con casi el 60 por ciento de sus zonas arboladas. “Tumbaron lo mejor y han dejado lo peor”, enfatizó.
Por: Ernesto Martínez Elorriaga / La Jornada
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