¿A qué hora comenzaremos a trabajar?
El Surtidor
Somos unos vagos. Dispersos. O eso es lo que pienso cuando recuerdo un ensayo de Farhad Manjoo en el que se ahonda sobre el despropósito de Internet: el ocio. En él, el autor escribe cosas tan lúcidas como: “¿Hay algún invento más artero que la computadora? En un principio, estas máquinas se fabricaron y se comercializaron como aparatos para ayudarnos en el trabajo. Nos dijeron que realizarían hazañas sorprendentes: sumar filas de números sin esfuerzo, convertir nuestras cavilaciones en bonitos documentos de calidad de revista y colaborar con personas de otros continentes…. Y la cosa va así, te sientas al ordenador todas las mañanas con horas de tiempo productivo por delante y, cuando quieres darte cuenta, te dan las 5 de la tarde y te has pasado la mayor parte del día leyendo noticias, viendo series de televisión y tu liga de deportes favorita. ¿Cómo puede hacer alguien algo productivo con una de las máquinas que más distrae de todas las que se han inventado?”
Y es que desafortunadamente, quiénes ahora pasamos una gran parte de nuestro día frente a la pantalla de la computadora, desperdigamos el tiempo como si los segundos fueran polvo que se acumula en la estantería de una casa deshabitada. Es decir, que nadie, por mucho que diga que trabaja 18 horas en su máquina, lo hace de tiempo efectivo, como una muestra, regresemos al ensayo de Manjoo: “me di cuenta que en un mes cualquiera me paso más de 70 horas navegando por Internet. En comparación, me paso la mitad del tiempo con Microsoft Word, que como escritor, es con lo que trabajo”.
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O como lo escribe Fabricio Mejía Madrid: “Antes, navegar implicaba ir a un bosque, cortar árboles, hacerlos tablones y construir un barco… ahora todo ese enorme esfuerzo físico es deambular por ventana innumerables apretando con el dedo. Nunca te detienes, sólo aprietas y vuelves a apretar. No hay forma de estarse quieto en este tipo de navegación. No hay puerto de llegada. Las islas están hechas de palabras é imágenes, las corrientes de los anuncios, la lengua de sus pobladores de faltas de ortografía, incontenible narcisismo, comentarios de urinarios. Red navegable. No existe tal cosa: o estás en el agua o te están sacando de ella. Y en eso caigo en cuenta: no es el mar, es una red. No somos los navegantes sino los peces atrapados”
Y es que éste es un problema que enmascaramos, porque, ahora “alguien quiere ser amigo tuyo en Facebook. Y espera un momento, una pareja chiflada ha decidido empezar su boda bailando hasta llegar al altar y han colgado el video en YouTube. ¿Has oído lo que ese congresista ignorante ha dicho sobre la reforma energética? Ahora no te queda más que pasarte los próximos cinco minutos escribiendo un comentario vehemente para expresar tu indignación.
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Intento llevar mis pensamientos al punto con el cual inicié el texto, pero es infructífero, leo nuevamente el Word y recuerdo una frase que leí, no sé si citada o escrita por Guillermo Fadanelli, la cual decía algo así como que en tanto las máquinas no puedan beber la misma cantidad de alcohol que un hombre, el destino de la humanidad está en buenas manos. Y ya que estamos aquí, conectados, me pregunto: ¿A qué hora comenzaremos a trabajar?
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