A dos meses del huracán Grace.. de camino a la zona de riesgo
Van a ver, va a pasar un año y no arreglarán nada”: pasajero
Han pasado dos meses del huracán Grace, que en la región La Laguna en Tenango de Doria dejó incomunicados a más de 3 mil pobladores, y que hoy todavía el puente provisional no tiene la capacidad para soportar camiones pesados con mercancía de primera necesidad.
La Jornada Hidalgo confirmó que llegar a esa zona, de las más afectadas de la Otomí-Tepehua por el fenómeno meteorológico, puede tardar hasta dos horas en el trasporte público ubicado en la cabecera municipal de Tenango de Doria a la región de la Laguna sorteando los intransitables caminos de terracería.
Antes de abordar las combis, que funcionan como transporte público, la gente de las comunidades aprovecha para abastecerse, en las tiendas que hay en el municipio, de todos los productos básicos para consumir en la semana, ya que saben que los caminos no dan oportunidad para regresar nuevamente.
Otro de los inconvenientes que los pobladores de la región han tenido, además del puente provisional que se levantó en la zona del derrumbe tras el paso de Grace, es el abuso de las tarifas que implementaron los taxis “piratas” al ver la demanda de personas que desean llegar rápido y temprano a sus hogares.
Estas unidades se encuentran formadas en la calle 5 de mayo y esperan a los pasajeros que puedan pagar 400 pesos por el mismo trayecto que realizan los colectivos que cobra 40 pesos por pasajero.
La gente cuestiona el abuso, y compara que de Tenango de Doria a Tulancingo el precio es de 60 pesos en taxi autorizado, mientras que, para las comunidades indígenas con altos niveles de pobreza, el precio de un taxi “irregular” sea seis veces mayor, por la condición de las sendas que tienen que tomar.
Una vez que ya está decidido, la ruta y el transporte, la gente hace diferentes actividades antes de tomar el viaje, por ejemplo, artesanas del Cerro Chiquito, lugar del derrumbe, alistan sus Tenangos, bordados que han alcanzado relevancia a nivel mundial, para ofertarlos en los establecimientos que hay alrededor de la plaza pública.
Otras bordadoras destinan unos minutos para preguntar si hay trabajo en rosticerías o panaderías que les permita tener un ingreso extra.
Algunos otros pasajeros apartan con bolsas o cajas su lugar en el transporte público, que sale cada hora y media, y se dirigen a la presidencia municipal para hacer trámites, o pasar por un “corte” con el peluquero de banqueta.
Los choferes del transporte público, que llevan medio puesto un cubrebocas de tela, reconocen que emprender el viaje hacia las comunidades se convierte en un desafío, y además de agotador, también solventan los problemas mecánicos de sus unidades, a causa de que los caminos que no se rehabilitan.
Caminos bellos, pero peligrosos
El trayecto a la región de La Laguna muestra unos paisajes de extraordinaria belleza, es fácil para los visitantes sonreír con facilidad porque enseguida se percibe el olor de la vegetación, pero ante el esplendor que ofrece el lugar, los pobladores saben que en medio de la naturaleza el peligro los acecha, ya que son frecuentes los desgajamientos carreteros, como ocurrió el 21 de agosto.
En el camino, se escucha el ruido de una cascada, pero se ve una placa del gobierno de Tenango de Doria que prohíbe el paso a unidades de carga a esa zona, el trayecto sigue en combi y más adelante se puede observar otro anuncio con las palabras: “zona de riesgo”.
“Parece que va uno a caballo y no en la carretera, van a ver, va a pasar un año y otro y no arreglarán nada”, es el pronóstico de uno de los pasajeros del transporte público que se dirige a San Isidro La Laguna.
Pese a todo persiste el buen ánimo
A sesenta días del huracán, hay gente que no desanima y utilizan sus teléfonos celulares para tomarse la foto desde el puente de madera que fue construido por autoridades municipales y pobladores, y que permitió a una mujer, que acababa de dar a luz antes del derrumbe, cruzara días después con su bebé en brazos de regreso a su comunidad.
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“Siempre deseé un cuarto de cuatro por cuatro”: Paulina
En Cerro Chiquito desciende Paulina Mendoza Tolentino, “yo siempre deseé un cuarto de cuatro por cuatro”, comenta la bordadora de Tenangos a La Jornada Hidalgo, de camino a su casa.
En el trayecto, resalta una casa vacía con cuarteaduras y humedad, donde fue colocado el sello de vivienda censada.
Al llegar a la vivienda -construida con techo de lámina-, Paulina señala un corral, “a mi puerquito le tomaron foto las personas que vinieron de Bienestar, porque el huracán abrió el chiquero”.
Sin embargo, sostiene que no recibió ningún tipo de ayuda porque le dijeron que su casa tiene bloc. “Mi cocina se inundó de lodo y agua y tampoco me quisieron apoyar, el agua se metía por todas partes”, recuerda.
“Apenas yo empecé a hacer mi casita, porque no me alcanza para más, a veces quisiera migrar, pero no se puede, no puedo dejar a mi hijo”, dice la madre de un joven con síndrome de Down.
La mujer oferta rebozos para los gastos médicos de su mamá -también damnificada por el huracán- y un mantel de flores que le permita comprar la ofrenda que colocará a sus fieles difuntos.
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Ya no hay huertas, ¿dónde habrá agua?
Israel Téllez Mendoza, habitante de San Isidro La Laguna -lugar dedicado a la producción de café y ganadería-, asegura que en su localidad, tras el paso del fenómeno meteorológico, muchas huertas se perdieron, aunado a la falta de apoyos para combatir la enfermedad del café.
“Nos dieron unos líquidos para la roya, pero todo lo han dejado perder”, lamenta el productor, y explica que ahora los pobladores de esta región han tirado las huertas para hacer potreros.
“Lo que nosotros vemos ahorita que está mal es que están destruyendo los montes, tener una huerta es proteger la vegetación, porque siembras árboles. Tu huerta tiene que ser un monte, y ahorita son potreros, al ratito vamos a querer agua y de dónde”, cuestiona.
Del extinto Consejo del Café en Hidalgo sostiene que “solo nos daban un machete, si pedíamos alambre para circundar nuestras huertas tampoco nos daban, que no calificas, que tu escritura, que tu terreno…”.
“Lo que siempre pedíamos era que nos echaran la mano en el precio y apoyos para volver a renovar las huertas, aunque no sea fondo perdido, que de lo mismo que se va trabajando se pague”.
Viene a la mente del productor los mejores años del café y compara: “Cada ocho días se vendían arriba de unas 50 toneladas. Ahorita ya ni lo quieren, este año se vendió a 30 pesos el kilo de café, ¿creen que es justo?”.
Pierden ganado
Aunado a la situación del campo, los habitantes también enfrentan la muerte de su ganado que bebió agua contaminada de los manantiales, luego de los estragos del huracán.
“Los delegados no reportaron bien a los damnificados, en San Isidro muchos se quedaron mirando cómo se les cayó la milpa, ‘no amigo queremos ver algo bien’, así les decían”, contó el señor Israel.
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Aquí todos sobreviven como se puede
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2021 del INEGI, Cerro Chiquito es una localidad con 751 habitantes, su principal actividad económica es la agricultura (café), la cría, explotación de animales y las artesanías.
Hay 154 casas y los pobladores cuentan con señal de teléfono celular, pero no tienen internet público.
“De este lugar me fui a los 18 años, pero veo que todos sobreviven como se puede, porque no hay trabajo, aquí dónde puedes encontrarlo”, expresa Vicente, a unos días de llegar del vecino país del norte.
El migrante describe que se enteró de los daños en su localidad a través de las redes sociales.
“Supe que en Cerro Chico había casas destruidas y vine a ver a mi mamá que también se afectó su vivienda”.
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