A 3 años de la escuela en casa

APUNTES

Dicen que de una crisis se aprende y se toma impulso para convertirla en oportunidad, pero no es nada sencillo, recuerdo como si fuera ayer el impacto de saber que nos iríamos a casa como medida de contención ante el terrible virus del COVID-19 que ya estaba en México, azotando, causando dolor y un panorama repleto de incertidumbre.  

Con el cierre de escuelas, de un momento a otro, el aula se trasladó a casa justo por estas fechas del año 2020, nos dijimos adiós sin saber cuándo podríamos regresar y con muchas dudas sobre cómo afrontar esta nueva realidad.

La pandemia tundió al mundo y uno de los sectores más apaleados es el educativo, donde las diferencias económicas, sociales y tecnológicas se hicieron más evidentes, el impacto fue tan diverso como las realidades existentes, por lo que, la adaptación al trabajo no presencial fue disímil.

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El estudiantado, sin duda, es el grupo más afectado, pero también la administración y gestión educativa se convulsionaron, gran parte de los docentes no estaban capacitados para la enseñanza a distancia aunado a que no todos los alumnos tienen habilidad para el aprendizaje no presencial y las cosas se tornaban enmarañadas.

No todo fue en línea, la falta de condiciones en casa como internet, computadora, tableta, celular o tener que compartirlo con otros miembros de la familia impedía esta posibilidad, el trabajo a distancia fue muy solicitado y en lugares donde no había acceso a nada de lo anterior se recurrió a la radio y la televisión para acercar la escuela.

Los docentes tuvieron que concentrar gran parte del esfuerzo diario en brindar apoyo emocional y fortalecer procesos de comunicación a la par de la enseñanza, ante este desolador proceso, muchos se quedaron en el camino, se reportan importantes índices de deserción en todos los niveles y quienes continuaron son presa de aprendizaje inconcluso.

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Después ¿Qué siguió?, pues regresar a la presencialidad que también tuvo su grado de dificultad, de poco a poco las escuelas se llenaron de nuevo, con cercos sanitarios, uso de cubrebocas, procurar la sana distancia y demás recomendaciones, ya se pedía a gritos el retorno a las aulas.

A tres años del cierre de escuelas, ya con una situación sanitaria más controlada, se continúa en etapa de diagnóstico, y para algunos casos ya de acción, el impacto de la pandemia sigue permeando, se habla de reinventar la educación de fondo, y, entre otros temas, generar modelos más flexibles que contemplen la presencialidad o no.

Pero ¿Qué aprendimos de todo esto? quedan incontables enseñanzas y oportunidades no solo para revertir las pérdidas, también es el impulso para dar el salto educativo que tanto esperábamos, es momento de vislumbrar proyectos a distancia en todos los niveles, incorporar esas herramientas que fueron útiles durante el confinamiento y que en la presencialidad reducen tiempo, distancia y dinero.

El papel del docente se transforma, no solo es proporcionar conocimiento, se debe constituir como una verdadera guía en los procesos de aprendizaje, preparado para escenarios tecnológicos y dotado de elementos para el soporte emocional áulico.  

Pero este salto no se dará en automático, es indispensable identificar y combatir lo que puede frenarlo, con todos los actores en la línea de combate y con los recursos de todo tipo para lograrlo.

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